viernes, 6 de julio de 2012

la ley del valor, la crisis y europa


Es habitual un punto de vista que a menudo genera confusión: se empieza por considerar que el tiempo de trabajo para producir la mercancía es la suma del tiempo de trabajo necesario y del plustrabajo. Se señala que el tiempo de trabajo necesario es el que permite la reproducción de la fuerza de trabajo implicada y el plustrabajo se calcula como el trabajo necesario multiplicado por la tasa de explotación.
Aunque parezca una cuestión sin interés, en lugar de eso es muy importante subrayar que el plustrabajo es un residuo.
El camino de determinación es este:

  • Si el tiempo de trabajo necesario es el valor de la mercancía fuerza de trabajo, será objeto de la misma determinación de acuerdo con la teoría del valor trabajo que cualquier otra mercancía.
  • Por su parte, el tiempo de trabajo total está fijado por las condiciones sociales de producción vigentes en cada lugar y momento, y no serán meramente tecnológicas, sino más ampliamente condiciones sociales (evidentemente muy condicionadas por las condiciones tecnológicas).

Esas dos son las determinaciones de partida: el valor de la mercancía por unidad (horas·hombre de trabajo total por kilo, metro, kW·h...) y el valor de la fuerza de trabajo por unidad (horas·hombre de trabajo total necesarias para reproducir una hora·hombre de trabajo abstracto social). La plusvalía, el plustrabajo, es un mero residuo, y la tasa de explotación o de plustrabajo es un mero número que lo pone en relación con el valor del capital variable, con el trabajo necesario.
Por lo tanto, aunque algebraicamente sea lo mismo decir
(1) l = v + s
que decir
(2) s = l - v
donde l es el tiempo de trabajo (y por tanto el valor nuevo producido), v el tiempo de trabajo necesario y s el plustrabajo, la primera expresión es semejante a la suma marginalista de los ingresos para obtener el valor del producto, mientras que la segunda es la propia del enfoque del excedente, base de la teoría del valor trabajo de Marx.

El propio Marx dice al respecto (aunque en este caso referido al cálculo de la plusvalía total como suma de "ganancia", "interés" y "renta del suelo"):
la plusvalía que se encierra en la mercancía o la parte del valor de ésta en que se materializa el trabajo no retribuido, se descompone, a su vez, en varias partes, que llevan tres nombres distintos. Pero afirmar que su valor se halla integrado o formado por la suma de los valores independientes de estas tres partes integrantes, sería decir todo lo contrario de la verdad. (...) Veis, por tanto, el error de la idea corriente que confunde la descomposición de un valor dado en tres partes con la formación de ese valor mediante la suma de tres valores independientes, convirtiendo de este modo en una magnitud arbitraria el valor total, del que salen la renta del suelo, la ganancia y el interés”. (K.Marx: Salario, Precio y Ganancia, cap. XI “Las diversas partes en las que se divide la plusvalía”, párrafos 6 y 7)

Tengo observado que el empleo mucho más extendido de la expresión (1) lleva a confusión sobre el contenido real de la teoría del valor trabajo, porque pareciera que, por ejemplo, al conseguirse mediante las luchas obreras una reducción de la jornada laboral se estaría estableciendo un cambio en el valor de las mercancías, por vía de la modificación directa de la tasa de explotación y por ello del plustrabajo. Se estaría produciendo una reducción del tiempo de trabajo excedentario, del plustrabajo y, en esa exacta medida, del tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario, es decir, del valor de la producción. Una menor jornada implicaría una menor producción.
Pareciera con ello que la ley del valor fuera una ley política, supraestructural, que puede modificarse voluntaristamente por actuaciones político-jurídicas, cuando en realidad se trata de una ley económica, infraestructural (lo que no quiere decir, insistimos, tecnológica). Al final el resultado es, aproximadamente, el mismo, pero el mecanismo es: el tiempo de trabajo (total y vivo) y por ello el valor (total y añadido respectivamente) permanecen invariantes por la reducción de la jornada laboral máxima [1], pero evidentemente aumenta el trabajo necesario, porque hay que acumular una mayor cantidad de fuerza de trabajo (contratar más jornales [2]) para alcanzar la misma cantidad de trabajo vivo (la misma cantidad de horas·hombre). Ese aumento del tiempo de trabajo necesario mientras que el tiempo de trabajo total permanece invariable implica necesariamente una reducción del plustrabajo (y por tanto de la tasa de explotación), debido a su carácter de residuo.

Al final resulta que el valor de la producción (en un principio, porque la dinámica de la acumulación cambiaría y nada permanecería invariable: no existe en este mundo eso del ceteris paribus) no se reduciría con la plusvalía, sino que permanecería igual con un mayor capital variable, resultando en una menor plusvalía.
En definitiva, una reducción de la jornada máxima tendría exactamente el mismo efecto que un aumento en la misma proporción de los salarios reales, con una diferencia muy relevante: un aumento del salario real aumenta la riqueza de los empleados; una reducción de la jornada mantiene el salario, mientras que incrementa el nivel de empleo: reparte el aumento de riqueza entre más trabajadores.

Por supuesto, la utilización de este conocimiento científico como receta política en la lucha sindical requiere tomar tierra: nuestro modelo abstracto define con exactitud el funcionamiento real de la economía capitalista, pero no puede perderse de vista que es un modelo abstracto. Esto quiere decir que, como diría Lenin, hay que atender a las circunstancias concretas. 
En el caso que nos ocupa las circunstancias concretas relevantes al caso son 2:


  1. La lucha de clases se lleva a cabo a nivel nacional, en el ámbito de una economía insertada en la economía mundial.
  2. Si nuestra teoría nos aclara cual es el origen del valor, donde y como se produce, en qué consiste y cual es su exacta magnitud, eso no es suficiente, porque ese valor, después de creado circula y, al hacerlo se producen transferencias de valor de unos puntos (sectoriales, territoriales, personales) a otros [3].
    Para concretar, esas transferencias son:
    1. las producidas intraindustria debidas a las diferentes condiciones de productividad, que deben compensarse hacia un único precio de mercado
    2. las producidas interindustrias debidas a las diferentes composiciones orgánicas del capital, que deben compensarse hacia una única tasa de ganancia
    3. las producidas por diversas “succiones” de valor: robos, estafas y extorsiones de mayor o menor juridicidad, respectivamente: desde el simple atraco a mano armada hasta sus formas plenamente aceptadas jurídica y moralmente (el interés del capital a préstamo o las regalías por la propiedad de “recursos” no reproducibles con trabajo social, p.ej. el suelo).


¿Y todo esto a qué viene? Pues viene a que la contestación de la burguesía a una receta anti-crisis consistente en un “reparto del trabajo” o, en plata, en la reducción de la jornada laboral sería inmediatamente: "la competencia internacional y la fuga de capitales arrasaría la economía local ipso facto". Y no le faltaría, en parte, razón. Habría que combatir esos problemas. Y para combatir hay que ser fuertes.
No sólo la experiencia política nos dice que las revoluciones obreras (o simples avances democráticos) locales atraen rápidamente a la burguesía internacional para sofocarlas (Comuna de París, Rusia soviética, II República Española, Cuba, Chile, Nicaragua, Honduras, etc. etc.) es que además la vigencia de la ley del valor capitalista a nivel mundial mientras exista un capitalismo mundial se impone por encima de cualquier voluntarismo, dificultando (si no impidiendo) cualquier aspiración al socialismo en un sólo país, o a salidas locales unilaterales.
No quiero decir, por supuesto, que sea imposible. Y mucho menos digo que no debamos oponernos a ese lamento burgués, y luchar con todas nuestras fuerzas también en este frente, para reducir la jornada de trabajo. Lo que digo es que fuera de la teoría pura (el paseo por los cielos) las dificultades serán muy importantes, y que lo son más cuanto más local sea el ámbito local en que se quiera tirar palante.
Semejante avance me parece irrealizable en España. Pero a nivel de la Eurozona "sólo" sería una cuestión de correlación de fuerzas en la lucha de clases (nada menos!), sería una medida económicamente realizable.

Al final vuelvo a lo mismo de siempre: que necesitamos más Europa y no menos. Y, por supuesto, mejor Europa.

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NOTAS:

[1] A no ser que la jornada se redujera hasta, o por debajo, de la jornada de trabajo necesario, pero en este caso estaríamos hablando de la desaparición del excedente y por tanto del fin del mundo, tal y como lo conocemos.

[2] Para obtener 36 horas·hombre de trabajo total en un día con una jornada de 12 horas son necesarios la tercera parte de jornales (3 jornales) que con una jornada de 4 horas (9 jornales), pese a que el valor de cada trabajador por jornada sería el mismo: el número de horas·hombre de trabajo abstracto socialmente necesario para mantener y reproducir a un trabajador en una jornada en condiciones de trabajar. 
Si las mercancías necesarias para esa reproducción de un trabajador en una jornada tienen un valor total de, digamos, 3 h·h (el "salario por jornada", por decirlo sin precisión pero en términos más sencillos), el valor de la fuerza de trabajo por hora·hombre (el "salario por hora") en una jornada de trabajo de 12 horas sería de 3/12=0.25 h·h; en cambio, al reducir la jornada a 4 horas, sería de 3/4=0.75 h·h.
Sólo en el irreal supuesto de inexistencia de un ejército industrial de reserva dejaría de cumplirse lo que aquí se mantiene, porque se haría imposible contratar más fuerza de trabajo que la ya puesta en funcionamiento.

[3] Ver las tesis 5 y 6 de las 10 tesis polémicas sobre la teoría laboral del valor del profesor Diego Guerrero (en http://archivo.juventudes.org/textos/Fundacion de Investigaciones Marxistas/10 Tesis Polemicas sobre la Teoria Laboral del Valor.pdf)

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