miércoles, 11 de julio de 2012

digresión

"Digresión
(sobre trabajo productivo)

Un filósofo produce ideas, un poeta poemas, un cura sermones, un profesor libros de texto, etc. Un delincuente produce delitos.
Si se observa más detenidamente la conexión de esta última rama de la producción con el conjunto de la sociedad, nos liberaremos de muchos prejuicios. El delincuente no produce exclusivamente delitos, sino también el derecho penal y de esta forma el profesor que da lecciones sobre derecho penal, y además el inevitable libro de texto en el que el mismo profesor arroja al mercado general sus lecciones como <<mercancía>>. De esta forma se produce un aumento de la riqueza nacional. Prescindiendo por completo del placer particular, que, como nos dice un competente testigo, el profesor Roscher, el manuscrito del libro de texto le proporciona a su autor.
El  delincuente produce además toda la policía y la justicia penal, alguaciles, jueces, verdugos, jurados, etc.; y todas estas diferentes ramas de actividad, que constituyen otras tantas categorías de la división del trabajo social, que desarrollan diferentes capacidades del espíritu humano, que crean nuevas necesidades y nuevas formas de satisfacerlas. Sólo la tortura ha dado origen a los inventos mecánicos más ingeniosos y en la producción de sus instrumentos ha dado ocupación a una masa de artesanos honrados.
El delincuente produce una impresión, en parte moral, en parte trágica, según los casos, y presta de esta manera un <<servicio>> al movimiento de los sentimientos morales y estéticos del público. No sólo produce libros de texto sobre derecho penal, no sólo códigos penales y con ello legisladores penales, sino también arte, hermosa literatura, novelas e incluso tragedias, como demuestran no sólo La Culpa de Müllner y Los bandidos de Schiller, sino incluso Edipo y Ricardo Tercero. El delincuente interrumpe la monotonía y la seguridad cotidiana de la vida burguesa. La protege con ello del estancamiento y provoca esta tensión y movilidad inquieta, sin las cuales incluso el aguijón de la competencia se embotaría. El delincuente sirve, pues, de estímulo a las fuerzas productivas. Mientras que el delito sustrae una parte de la población excedente al mercado de trabajo y disminuye de esta forma la competencia entre los trabajadores, impide hasta un cierto punto el descenso del salario por debajo del mismo, la lucha contra el delito absorbe otra parte de la misma población. El delincuente aparece, pues, como uno de estos <<niveladores>> naturales, que producen un nivel adecuado y abren toda una perspectiva de ramas de ocupación <<útiles>>.
La invluencia del delincuente en el desarrollo de las fuerzas productivas puede ser demostrada hasta en detalle. ¿Se habrían desarrollado las cerraduras hasta su perfección actual, si no hubiera robos? ¿Se habría desarrollado la fabricación de billetes de banco hasta su perfeccionamiento actual, si no hubiera falsificadores de moneda? ¿Se habría abierto camino el microscopio en la esfera comercial usual (véase Babbage) sin el engaño en el comercio? ¿No debe la química práctica tanto a la falsificación de mercancías y al esfuerzo por descubrirla, como al honrado afán de producir? El delito, mediante la producción constante de nuevos medios para invadir la propiedad, da origen constantemente a nuevos medios de defensa y actúa de esta manera de forma tan productiva como las huelgas en la invención de máquinas. Y si abandonamos la esfera del delito privado: sin delitos nacionales, ¿habría surgido alguna vez el mercado mundial? ¿Incluso las naciones exclusivamente? ¿Y no es el <<árbol del mal>> al mismo tiempo el árbol de la ciencia desde la época de Adán? Mandeville en su Fabula de las abejas (1705) había demostrado ya la productividad de todos los tipos de oficios posibles, etc., y en general la tendencia de este argumento:
<< Lo que llamamos mal en este mundo, tanto moral como natural, es el gran principio que nos hace criaturas sociales, es la base sólida, la vida y el fundamento de todos los oficios y ocupaciones sin excepción; en él tenemos que buscar el verdadero origen de todas las artes y ciencias; y en el momento en el que el mal desaparece, la sociedad tiene que deteriorarse, si no llega a ser totalmente destruida.>>
 Sólo que Mandeville era naturalmente infinitamente más listo y honrado que los apologetas filisteos de la sociedad burguesa.
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Este pequeño texto lo escribió el abuelo Karlitos en los cuadernos de notas que finalmente se publicaron ya en el s. XX como sus Teorías de la plusvalía, según parece lo que debía ser el libro cuarto de El Capital [no lo encuentro en español, pero aquí está en inglés. En la edición de 1977 de la ed. Crítica, como tomo 45 de las "Obras de Marx y Engels (OME)", está en las páginas 406 y 407].

Y ¿qué nos viene a decir aquí? ¿que el delito es la base de la sociedad? ¿que sin delito no hay sociedad humana? ¿que el delito es lo mejor que nos podía pasar?
Bueno, la interpretación es libre. La mía es que, para centrar el tema del trabajo productivo e improductivo, usa esta ironía para ilustrar lo absurdo de nuestra sociedad, en lo que tiene en común con todas aquellas basadas en la explotación. Y creo también que usa esta "parábola" porque en su tiempo la guerra, siempre horrible, no había conocido las cotas de tecnificación y de horror con las que explotó en el s. XX, especialmente a partir de la guerra civil española y la segunda guerra mundial, con el énfasis puesto en el castigo a la población civil, y que hasta el momento alcanza su cénit con las técnicas de infanticidio y la violación como arma de guerra (pero ya veremos que nuevas barbaridades son capaces de idear).
La industria armamentística "moderna" sería un magnífico ejemplo de lo que aquí nos cuenta el abuelo.

Tenemos que dar gracias a que existan estas fuerzas enormemente destructivas. El pueblo trabajador consigue, gracias a ellas, que el capital se ponga en marcha y despliegue toda su iniciativa y sus medios en la reposición de lo destruido. Que, mientras tanto, obtenga nuevas ganancias, no es asunto nuestro, mientras vemos aumentar el empleo y, quizá, si nuestra productividad lo permite, incluso pequeños avances en nuestro nivel de salarios reales. Pequeños, necesariamente, porque erosionan las ganancias del patrón y con ellas las oportunidades de que siga otorgándonos el privilegio de un empleo con el que ganar nuestro sustento y su constante acumulación de medios de producción que hacen que disfrute de semejante poder, aparte de su gran tren de vida.
¡Qué absurdo!
Ya era así cuando el esclavo, el siervo, el aprendiz suspiraban porque el ciudadano (patricio o plebeyo), el señor, el maestro, adquiriera grandeza y ambición para encontrar de utilidad su trabajo y así proporcionarles los medios de subsistencia necesarios para reproducir su existencia. Y ya entonces eran conscientes de que, todos unidos a mayor gloria del explotador, contribuían a su grandeza y a que el ciclo se completara una y otra vez permitiéndoles vivir y, quizá, traer al mundo descendencia que les sustituyera cuando ellos faltaran, todo a mayor gloria de la familia (del pater, del domine o del magister).
Hoy en día hemos mejorado muchísimo, pero estamos en las mismas. Todo a mayor gloria de la empresa o de la patria. A nosotros, pobrecitos Tíos Tom, nos llegarán las ventajas de la "justa retribución de nuestro trabajo". Al fin y al cabo, y siempre que encuentres quien se beneficie de tu trabajo ofreciéndote un empleoeres libre de trabajar... o morir de hambre.

Y la cosa es tan absurda que saltamos de alegría cuando un delito, una guerra o un tsunami destruye la riqueza, producida por nosotros mismos aunque apropiada por nuestros amos, y los amos nos llaman para que la volvamos a producir. Para ellos, naturalmente.
Es absurdo, pero no es que seamos idiotas, es que esta es la "lógica" del sistema. Por eso mismo no se puede decir que el llamado "keynesianismo" [¿cómo puede ser keynesianismo si ya lo criticó David Ricardo en la persona de Malthus, tanto tiempo antes de nacer Keynes?] sea absurdo, por poner todo su empeño en las "políticas de estímulo" de la demanda, a pesar de ir en contra de las reglas del sistema.

Cuando Rosa Luxemburg planteó la disyuntiva "socialismo o barbarie" dio en el clavo, y en varias dimensiones. Sólo en una sociedad democrática en lo político y en lo económico, una sociedad en la que no exista la explotación de los que trabajan por parte de los que no trabajan, la destrucción de la propiedad será percibida socialmente como destrucción sin paliativos. 
Hasta entonces, barbarie (y sinsentido).

1 comentario:

  1. Se acabó el sueño de justicia http://ataquealpoder.wordpress.com/2012/08/01/aviso-urgente-a-todos-los-estafados-por-las-acciones-de-bankia/

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