viernes, 16 de septiembre de 2011

Anguita y la izquierda

Ayer en la sexta2 (TV española) hicieron un programa sobre la izquierda en España, incluyendo un reportaje-entrevista del alcalde comunista de Marinaleda y una entrevista con Julio Anguita, antiguo líder del Partido Comunista de España.
Estuvo bien, aunque el programa es marcadamente payaso, y Anguita ya le aclaró que se negaba a ciertas payasadas propias del formato de cualquier entrevista televisiva (lo de "cuéntenos una anécdota"), siempre es interesante oirle.
Anguita es un tío admirable. Es inteligente, coherente en sus ideas y en sus actos y, ¡que carallo! ¡es de los nuestros! No obstante, hizo un par de afirmaciones que me han animado a escribir aquí sobre lo que considero los 2 mayores pecados de la izquierda.

Por una parte, se dedicó, como era su costumbre cuando estaba en primera fila, a regañar a propios y extraños. Regañar a los extraños está bien, pero decirle a los obreros que la culpa de todo es en gran parte suya, por cobardes, por ignorantes y, en definitiva, por mantener una "moral de esclavos" creo que es meter la pata.
El caso es que estoy absolutamente de acuerdo con él en el fondo del asunto: hoy ya nadie se considera obrero, y lo de llamarse "trabajador" solo se reclama cuando llega la hora de justificar los ingresos (por eso a los políticos, los empresarios y esos "artistas" que viven del timo de la propiedad intelectual se les llena la boca al decir que "trabajan" mucho).
No obstante, y precisamente porque así de baja está la conciencia social de la clase trabajadora, es un error monumental culpabilizar a las víctimas. Por supuesto que el trabajador tiene miedo. Por supuesto que está confuso y engañado. Por supuesto que no quiere complicaciones: bastante le joden, no solo en su presente día tras día, sino que el futuro no le promete sino ir a peor. Pero de esto la culpa la tiene fundamentalmente la vanguardia de izquierda, que (por causas en las que no voy a entrar aquí, pero que cada uno tendrá en mente) ha desaparecido del mapa.
Y por otra parte, y al margen de culpas, la posición del proletariado en la lucha de clases está tan deteriorada que no me parece el momento de decir "si no estás conmigo están contra mi". Esto también creo que es esencialmente cierto, pero no se pueden despreciar los tiempos, y ahora no toca. Me explico con un ejemplo: evidentemente que en el movimiento 15-M hay mucha gente que no está con nosotros y que son simplemente gente indignada o incluso solo aburrida, pero no están contra nosotros... aún. Según avancemos en el camino de la revolución (si es que algún día empezamos a andarlo) las razones para todo ese miedo, confusión y evitación del compromiso se darán la vuelta, según se hagan más visibles (a) las razones y (b) las alternativas para hacerlo. En ese momento, quienes permanezcan en sus posiciones de "moral de esclavo" (y cada vez serán menos) sí empezarán a estar contra nosotros, y pasarán a ser enemigos a los que combatir. Pero, desgraciadamente, creo que estamos a mil años luz de esto.

En segundo lugar, cuando le pidieron una definición de "ser de izquierdas", Anguita contestó que consiste esencialmente en creer que "las personas somos iguales". Interesante: tras una breve pausa, inmediatamente añadió con énfasis: "...económicamente". Ahí quedó la definición, por lo que no hay mayor explicación, pero creo que está relacionada con lo que es, a mi modo de ver, otra actitud de la izquierda completamente equivocada: el énfasis en la igualdad.
Creo que el énfasis en la igualdad procede de una reacción visceral al muy notorio hecho de la desigualdad económica imperante. De hecho, lo que deberíamos combatir es la injusticia que esto representa, y lo que debería ser bandera de la izquierda es la justicia.
La profunda desigualdad económica que vemos por todas partes, como muchas otras cosas, puede examinarse desde dos puntos de vista: uno aparente, superficial, vulgar; otro, real, profundo, científico.

En el primero de estos enfoques, la izquierda coincide con la actual socialdemocracia (madre mía, si Lenin supiera quienes han usurpado ese título), pero también con liberales y más aún con conservadores. Es una vergüenza la distribución de la riqueza en nuestro mundo. Y lo es porque la riqueza no es más que poder económico sobre la sociedad. La riqueza es algo social, aunque en nuestra sociedad, eminentemente privada (en la facultad me enseñaron que el Derecho en occidente ha heredado la repulsión de los romanos por la propiedad colectiva). La riqueza no es ni más ni menos que la suma de los derechos que ostenta el propietario sobre los bienes que existen en la sociedad, y sobre la propia gente que constituye la sociedad. Bueno, para ser más exactos, sobre aquélla gente que vende su fuerza de trabajo libremente... ¡porque no tiene más remedio! es decir, sobre la clase trabajadora. Así pues, la riqueza de alguien es la porción del Planeta Tierra, incluida la fuerza de trabajo de las personas, que tiene derecho a disfrutar en exclusiva.
La repugnancia que causa la desigualdad con que se distribuye ese poder, esos derechos, lleva inmediatamente a clamar por una mayor igualdad. Así, los socialdemócratas, cuando llegan las elecciones (sólo entonces), hablan de favorecer a los desfavorecidos, y todos los cristianos (los "de base", porque los de verdad, los de "a dios rogando y con el mazo dando" son otra cuestión) se arremolinan a su alrededor aplaudiendo, aunque prefieren limosnas a salarios mínimos, subsidios de desempleo y servicios públicos.

No obstante, el otro enfoque no se queda en el fenómeno superficial, emergente, de la desigualdad, y de la injusticia que supone. A la izquierda no le sirve tratar los síntomas de la enfermedad, paliar las consecuencias más sangrantes y contrarias a la estética del asunto. Por el contrario, trata de combatir verdaderamente el problema, y eso exige encontrar las causas profundas, para combatirlas.
Y las causas profundas nos fueron explicadas ya hace mucho tiempo por Marx. Se encuentran en el robo de la riqueza creada por los trabajadores por parte de los capitalistas y, a través de los mecanismos de distribución económica, de sus secuaces.
Este robo, junto con la arcaica y absurda institución de la herencia que repugna incluso a ultramillonarios como Bill Gates o Warren Buffet es lo que propicia la desigualdad superficial de la riqueza. Esta es la injusticia profunda que produce la injusticia aparente que vivimos día a día. Esto, y no la desigualdad es lo que una izquierda radical (que se ocupe de la raíz de los problemas) debe combatir.
Creo que, siquiera intuitivamente, en esto estaba pensando Anguita cuando hizo su acotación diciendo que la igualdad esencial de las personas es económica. Entonces, no sigamos hablando de igualdad, hablemos de una vez de justicia.

En otros sitios (aquí o aquí) he contado una idea que cada vez me parece más razonable: más que a la colectivización, en una u otra forma, de los medios de producción, creo que deberíamos perseguir simple y llanamente la abolición del trabajo asalariado como culminación a la lucha histórica contra la esclavitud y la servidumbre (a diferencia de lo que parece que se está iniciando en Cuba).
Esto, además de que creo que es mucho más radical en cuanto a que ataca a la raiz del problema (el trabajo asalariado, más que la propiedad privada de los medios de producción), tendría dos ventajas importantes:
Primero evitar el laberinto de trampas que se levantan al intentar colectivizar los medios de producción manteniendo a los trabajadores asalariados (con el resultado del socialismo real soviético). Cierto es que sobreviviría el problema de planificar (democráticamente) el sistema económico.
Pero además se elimina la supuesta aspiración a la igualdad que, en el fondo, nos hace indistinguibles del cristianismo, como acusaba a menudo Nietzsche a los comunistas.
Yo no soy igual que nadie, ni lo quiero ser, ni creo que vosotros, cogidos de dos en dos seais iguales en ningún sentido, tampoco en el "económico". Ni que quisierais serlo.
Lo que queremos no es igualdad, sino justicia.

2 comentarios:

  1. Nas, Escai, disculpa que entre tan a deshora.

    Quizá debería empezar a leer retrospectivamente tu blog, y rescatar cosas para La Cebolla.

    Contigo fue un flechazo, cuando te leí (en un comentario en el blog de Javi Moscas). En parte por lo mismo que me gusta Anguita: porque no dices lo que la gente quiere oír, ni espera oír. Se podrá estar de acuerdo contigo o no, pero no edulcoras el discurso.

    Sobre las diferencias entre ppmp y trabajo asalariado ya te contesté en mi espacio, y creo que tú debes estar viendo algo que yo no veo, porque para mí es mucho más adecuado el primer concepto.

    Así que te contesto a algunos flecos. A mí sí que me parece bien la estrategia de Anguita de reñir (que no abroncar). Un pensamiento instalado en el pueblo llano, es el de quejarse. Pero se queja aquel que no puede hacer otra cosa, te quejas de que llueve, de que no llueve, de que quema el sol y corta el viento. Pero sería una tontería lamentarse de que te molesta una piedra en el zapato. Ay, ay, cuánto sufro. ¿Eres tonto o qué? ¡Párate, descálzate y te la sacas!

    La cuestión es que el pueblo está acostumbrado a padecer, a lamentarse de los abusos de los poderosos, a reconocer la injusticia, y YA. Basta. ¿Por qué? Porque no hay conciencia de que se pueda cambiar, sólo resignarse.

    Por eso es necesario exponer que si estamos así, realmente, en último término, es por nuestra culpa. La fuerza de una clase trabajadora moviéndose por sus intereses de clase es abrumadora. Si ocurre la explotación, es porque no sabe o no es capaz de ponerse en pie y dictar las normas.

    Por supuesto, existe una historia de sumisión, unos medios de comunicación, una religión, todo un stablishment que dictan la doctrina. Ambos somos conscientes de los mecanismos por los cuales una minoría es capaz de imponer sus intereses a la mayoría. No es cuestión de ser injustos pero...hay que denunciar esta situación. Hacer al obrero responsable de su futuro.

    Esto, no es ni más ni menos que tratarlo con respeto, considerarlo como lo que es, un sujeto de derecho. Para compadecerse de las injusticias y soportar las almorranas en silencio ya están las religiones (desde el budismo a las abrahámicas). Marx exige acción, compromiso, asunción de responsabilidades.

    El Juancar no es rey porque él sea tan malo y perverso que nos lo haya impuesto. Es porque lo reconocemos como tal. No es más que un convencionalismo, como la propiedad privada, convenimos en reconocerle esos privilegios. Si ahora en la calle de tu ciudad sale un tío gritando que es rey ¿alguien le hace caso? ¿o se le toma por un botarate?

    Lo mismo Botín. Siempre digo que yo no tengo odio a Botín. Me parece un tío inteligente que cumple con su papel. Si mi padre hubiera sido el dueño del banco, pues quizá estaría yo haciendo lo mismo, o sería igual aún más cabrón. Botín defiende sus intereses, igual que el lobo caza ovejas porque está en su naturaleza. La culpa es nuestra, por permitirlo.

    Por eso sí que creo oportuna la posición de Anguita, regañándonos como escolares. Realmente, podemos cambiar, si nos aplicamos, si hacemos los deberes. De qué serviría abroncar a un gato, para que estudie aritmética. ¡Si no es capaz! Por mucho que le riñas, de aprender las cuatro reglas. Pero el niño sí, y debe esforzarse. Está en su mano cambiar la Historia.

    Venga, no doy más la chapa.

    Un abrazo!

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  2. Nunca es tarde, y si el comentario viene de tí es siempre un honor. Y encima con piropos!
    Respecto a la exigencia de responsabilidad, 100% de acuerdo contigo... y con Julio.
    Pero no digo que Anguita exija responsabilidad, que es algo que debemos hacer todos (primero con nostros mismos). Lo que digo es que tiende a culpar a las víctimas. Y eso tiene 2 consecuencias inmediatas:
    1. en injusto, exactamente en la misma medida y por las mismas razones que es injusto lo que dicen de que "el que ahora no puede pagar la hipoteca de su (única) vivienda tiene tanta culpa como el banco, por haberla firmado",
    2. a lo mejor sólo circunstancial pero, hoy por hoy, FUNDAMENTAL: lo que vas a conseguir es que te den la espalda, no que empiecen a interesarse por lo que puedas tener que decirles.
    Máxime teniendo en cuenta que hay muy pocas oportunidades de hacer llegar un discurso emancipatorio, de porqué Anguita dice lo que dice y porqué tiene razón en lo que dice. Si a la mínima oportunidad el comienzo del discurso es "para empezar, que sepas que eres un perro que te mereces lo que te pasa", la estamos cagando.

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