domingo, 23 de octubre de 2011

competitividad

¿Qué es la competitividad?
Debe de ser algo muy importante, porque el pensamiento único la repite continuamente, y no solo ahora en tiempos de crisis, sino desde mucho antes. De hecho, es el principal ariete que usan economistas, medios de comunicación y gobiernos para derribar lo poco que pueda existir de un estado social del bienestar.
Pues he intentado obtener una definición y lo único que está claro es que el asunto no está nada claro.

una investigación de urgencia
Primero, la Real Academia: dice que es (1) Capacidad de competir o (2) Rivalidad para la consecución de un fin. Bueno, como nos dictaba la intuición, es perfectamente aplicable también al deporte.
En wikipedia en español el artículo es bastante peor que en inglés (como es habitual). En este último se hace una definición que comienza diciendo que es un concepto relativo, sería "la capacidad y el éxito de una empresa, sector o país para vender en un mercado dado".
El propio artículo en inglés incluye una sección de "críticas" donde cita al nóbel Krugman (el artículo que se cita se llama "La competitividad: una obsesión peligrosa"), indicando que el concepto de competitividad aplicado a naciones es, en el mejor de los casos, confuso, y que debe mejorarse. Se cita en este sentido un artículo de un tal Thompson, cuyo resumen (el artículo es de pago y no parece que merezca la pena) dice que la competitividad de las naciones es un concepto vago y mal medido, y que el propio artículo pretende corregir esto usando datos de 127 empresas de Hong Kong para construir una medida estadística en 10 dimensiones y cuantificar la ventaja competitiva de dicha ciudad. Es decir, para encontrar una definición del concepto buscamos un conjunto de variables que, en ensalada, lo cuantifiquen. Un método curioso. De momento, si nos puede guiar el que este Thompson utilice indistintamente los conceptos de "competitividad" y "ventaja competitiva".
Adicionalmente, el artículo de Wikipedia nos guía a los informes que, anualmente, emite el "Foro Económico Mundial" (Davos, para entendernos) para mostrar un índice de competitividad de las naciones del Mundo. Concretamente a la página 3 de su informe 2009-2010, donde nos encontramos que
Las economías competitivas son aquellas que ponen en juego factores que llevan a la mejora de la productividad sobre la que está construida su prosperidad presente y futura.
No nos dicen qué es la competitividad (aunque el informe se dedica a medirla!), pero sí queda claro que algo tiene que ver con la productividad. Lo malo es que para intuiciones que ya intuíamos todos no nos hacía falta leer esto.
Dado que mi investigación no daba los frutos perseguidos, seguí consultando algunos artículos, obligatoriamente uno que se denominaba "¿Qué es la competitividad?", donde se cita como pórtico a un tal Geraldo Müller:
Existen palabras que tienen el don de ser excepcionalmente precisas, específicas y, al mismo tiempo, extremadamente genéricas; altamente operacionales y medibles, y, al mismo tiempo, considerablemente abstractas y extensas. Sin embargo, cualquiera que sea el caso, estas palabras tienen el privilegio de moldear conductas y perspectivas, así como, pareciéndose más a herramientas de evaluación, ejercer influencia en la vida práctica. Una de éstas palabras mágicas es 'competitividad'.
El énfasis es mío, y lo he puesto porque efectivamente, debe de ser cuestión de magia que una "palabra" sea precisa y genérica, medible y abstracta. Parece más bien un juego de palabrería insulsa y vacía para, precisamente, "moldear conductas y perspectivas". Por lo demás, el artículo fija las bases del "marco conceptual de la competitividad" en las teorías de comercio internacional. Es decir, en la teoría de la ventaja comparativa de David Ricardo, basada en la dotación diferencial de factores de producción. A continuación se nos explica que hoy en día la competitividad se "reconceptualiza" y las ventajas comparativas evolucionan a las ventajas competitivas, basadas en la diferenciación del producto y la reducción de costes. Luego ya se pasa a "analizar" las modernidades que tanto les gusta manosear a algunos (la tecnología, la globalización, la sostenibilidad...)

una propuesta de definición
Al final, y visto que de nuevo se nos está vendiendo una milonga como si fuera un complejísimo concepto científico, creo que esto de la competitividad sólo se puede entender si lo tratamos como una etiqueta que se pone ex post a un resultado: (a) el ingreso neto por ventas (por ejemplo, hablando de un país, la balanza comercial) ha alcanzado determinado nivel comparado con el total de la producción, o de las compras, o de las ventas, (b) se ha conseguido vender más que un competidor, y/o (c) se ha conseguido aumentar la relación ventas/compras o ingresos/gastos [1]. Las modalidades (a) y (b) son índices comparativos y la (c) un índice de variación. En todo caso, parece claro que se trata de una medida relativa, y esto implica:
  • Como medida, que no se trata de una sustancia que se pueda fomentar para mejorar la balanza comercial, la posición de mercado o como le queramos llamar. La línea causal es justamente al contrario: una mejor balanza comercial significa una mayor competitividad. Espero que me disculpéis el mal uso del término, porque aquí no hay causalidad, sino simple medición de la magnitud de una variable.
  • Como relativa, no podemos buscar una ecuación -ni dos docenas de ellas- que nos indiquen una cantidad de competitividad, sino un índice para comparar varias competitividades entre sí, o con otras magnitudes (por ejemplo, balanza comercial respecto al total PIB, o respecto al total de importaciones).


análisis de la competitividad y consecuencias económicas y políticas
En otros lugares, ciertamente más críticos que los citados, como el artículo de Álvarez, N. y Luengo, F. "Competitividad y costes laborales en la UE: más allá de las apariencias" y el blog de Alberto Garzón, se deja de lado el controvertido concepto de competitividad y se centra en la madre del cordero: la productividad y la distribución del ingreso, en ambos casos para negar el corolario de la necesidad de recortes salariales.
En el hilo sobre competitividad, salarios y productividad (capítulos I y II, y recopilación final aquí, con un corolario aquí), Alberto analiza los conceptos convencionales de competitividad, costes laborales unitarios, para combatir en su propio terreno, con datos en la mano, la idea de que hay que bajar los salarios.
No obstante, aunque he tenido la sensación de que el hilo no está concluido, en los comentarios hay alguna crítica procedente de economistas convencionales (pocas, porque estos tipos no se prestan fácilmente al debate científico, como dice Rober en el propio blog).
Aunque estas críticas me parecen un poco confusas, hay alguna que da que pensar: Fernando, en el post de recopilación menciona que
Dices que los liberales no citamos la reducción de los beneficios empresariales como método para aumentar la competitividad de una empresa en época de crisis.
Eso es porque a los inversores que financian esas empresas, no les agrada perder su dinero y por tanto lo retirarían de cualquier proyecto empresarial que pierde su credibilidad al aumentar el riesgo y disminuir el beneficio, para ponerlo en un lugar más seguro
No le falta razón.
Al enfoque de Alberto le falta el carácter dinámico que es intrínseco al problema de la competitividad, y no es suficiente con apuntar que, dado un nivel de productividad, en lugar de reducir salarios se pueden contener beneficios. Es necesario, además, demostrar (no desear) que la contención de beneficios es una alternativa viable (que se puede llevar a cabo) y realista (que se va a llevar a cabo).
Los beneficios, sin entrar en otras cuestiones que reconozco imprescindibles -sobre todo la proporción del beneficio que se consume, se invierte especulativamente o se invierte productivamente- son ciertamente el principio y el fin de la acumulación capitalista, y con ello de la producción de riqueza y del empleo. Este hecho es lo que convierte al capitalismo en un callejón sin salida, y lo que convierte al dilema salarios-beneficios en una lucha perdida de antemano para los trabajadores.

conclusión: el socialismo científico no es un capricho
De hecho, creo que no podemos abordar el asunto de la competitividad con perspectiva si no tenemos en cuenta lo que nos indica Xavier Gracia en su magnífico "Yo no compito" (absolutamente recomendable, tiene muy buena pinta el seminaritaifa.org, y para los que tenemos la desgracia de no conocer el catalán, con el traductor de google se sigue de lujo):
La competitividad es un virus ideológico. Si uno acepta su lógica está perdido. La aprobación de la necesidad de ser competitivos lleva implícita la aceptación del modo de producción capitalista. (...) La pregunta que debemos hacernos no es qué estrategias seguir para mejorar la competitividad, sino por qué el trabajador tiene que vender su fuerza de trabajo al capitalista para poder existir. ¿Por qué la producción tiene que ser mediada por el beneficio y por la extracción de plustrabajo? ¿Por qué los productos del trabajo se enfrentan al trabajador como propiedad privada del capital?
Sé positivamente que a muchos les suena a dogmas, a lo de siempre, a antiguo... En fin, ya sabéis. Y acepto que nadie nace sabiendo, y que es duro aprender, especialmente cuando hay una maquinaria cara y eficiente de manipulación masiva de nuestras mentes y esperanzas. Yo lo sé muy bien, porque dedico mucho tiempo a estudiar y aún tengo muchas lagunas y dudas. Lo que no acepto es que se desprecie lo que se ignora, pese a que sea una postura demasiado común.
El socialismo científico no es un capricho intelectual. No son pajas mentales ni un impulso de discutir por discutir o de inventar palabras raras para nombrar a los conceptos "conocidos".
Al menos, que a todo el mundo le quede algo claro: si adoptamos las categorías de análisis burguesas, diseñadas para confundirnos, nos confundiremos; si abandonamos las categorías de análisis científicas, diseñadas para guiarnos, nos perderemos.
También en el análisis de la realidad...

SOCIALISMO O BARBARIE



NOTAS:


[1] Esto se parece mucho a lo que recetaban los economistas de cuando no existía la economía: los mercantilistas.
Estos sostenían que la riqueza del príncipe (en sus tiempos ya se empezaba a identificar a los soberanos con "las naciones"), consistía en el dinero del que disponía. De esa suma dependía, no ya su tren de vida, sino su armada, su influencia y su prestigio. No parece ninguna estupidez ¿no?
Y ¿cómo se aumentaba esa riqueza? pues vendiendo más de lo que se compra o, en términos más técnicos, manteniendo una balanza comercial positiva. Esto implica a su vez una serie de posibles medidas como políticas fiscales de favorecimiento de exportaciones y penalización de importaciones, devaluaciones competitivas, etc. ¡Exactamente lo que se lleva hoy en día!
Cuando nació la economía política con pretensiones científicas, con los fisiócratas primero y los clásicos después, se afeaba a los mercantilistas que basaran todo en una competición de suma cero, y señalando la importancia de la producción de riqueza, y de la acumulación de capacidad productiva. Posteriormente, al llevar Marx este nuevo enfoque científico a sus últimas consecuencias, el poder evidentemente se alejó de todo ello, y la economía política desapareció de los foros oficiales, siendo sustituida por la "economía", la "ciencia" de la elección.
Quizás esta vuelta al mercantilismo -mientras sigue siendo denostado en todos los círculos académicos- merezca un futuro artículo monográfico.

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