Pero es que se meten en la discusión entre apologistas de la desregulación y el mercado soberano y apologistas de las instituciones fuertes y los estabilizadores automáticos, entre libertarios conservadores y progres burgueses, entre cristianodemócratas y socialbuenistas, entre galgos y podencos. Perros todos. Y por eso se equivocan. Todos.
El artículo citado viene a decir que las recetas de Krugman (que al final han triunfado, como se veía venir: ya tenemos QE3 en los USA y el BCE se apunta) se basan en una visión según la cual la destrucción de riqueza crea riqueza, la caricaturizada por los liberales como "doctrina de los cristales rotos". Yo estoy de acuerdo en que es un sinsentido y ya lo critiqué aquí (o eso pretendía).
No obstante, no vale con negarlo y a otra cosa, porque hay en ello una semilla de verdad.
¿Porqué tiene una semilla de verdad la barbaridad de la "doctrina de los cristales rotos"?
Pues porque a pesar de lo que quieran hacernos creer los apologistas del mercado (tanto si se lo creen ellos mismos, que lo dudo, como si no) de que no puede existir el atesoramiento, el no-gasto, no-inversión, del dinero, ocurre cada día. Y cuando hay una crisis como la que vivimos, es lo más normal. ¿Dónde meter el dinero? No se sabe. De hecho, la respuesta es "en ningún sitio", al menos en ningún sitio de donde no se pueda sacar inmediatamente. Esto quiere decir que la realidad niega continuamente la pretendida "ley de Say", sea en su versión fuerte o en la más cabal (por menos fanática) de la "ley de Walras".
Evidentemente, si en algún lugar existe atesoramiento, en otro lugar hay mercancías producidas y que no encuentran comprador. Hay una sobreproducción general de mercancías. Es lo que vemos que ocurre cada día y lo que niegan esas supuestas "leyes" que ningún aparato político, mediático ni policial puede hacer cumplir.
Pues bien, esas mercancías invendidas constituyen riqueza física, material, valores de uso como las llama Marx, pero no son riqueza social, valor. Una mercancía invendida es lo mismo que una mercancía devaluada, porque de hecho la salida de esa mercancía es la reducción de su precio hasta que se venda, o hasta que llegue a cero. Lo que antes ocurra.
De hecho, la ley del valor consiste en que la mercancía producida debe encontrar en el mercado (sí, los marxistas sabemos que existe el mercado, y sabemos cual es su papel) su demanda, en forma de dinerito contante y sonante que expresa la necesidad social ("social" según la lógica capitalista, por supuesto) de ella. Cualquier mercancía invendida es una mercancía en la que se ha invertido trabajo social por encima del socialmente necesario (este "segundo sentido" de lo que es "socialmente necesario" en cuanto al gasto de trabajo social está muy bien explicado por Anwar Shaikh en su magnífico Valor, Accumulacion y Crisis).
El empobrecimiento social implica inmediatamente que la utilidad potencial de esas mercancías producidas y no vendidas no se desplegará en realidad. Piénsese por ejemplo en magníficos y eficientes tractores que mejorarían la productividad y que nunca van a llegar a pisar el campo.
Pero es que, además el problema no queda ahí, puesto que ese empobrecimiento afecta además a una menor puesta en funcionamiento de las fuerzas productivas en el futuro, es decir, una menor acumulación, y por ello una pérdida respecto del nivel de riqueza que la sociedad podría alcanzar.
Por lo tanto, es cierto lo que sostiene la "doctrina de los cristales rotos" en dos aspectos:
- Existe la posibilidad del atesoramiento. O lo que es lo mismo: existe la posibilidad de la sobreproducción general de mercancías. No es mala señal que exista la posibilidad teórica, ya que es una realidad incontestable que vivimos cada día.
- Esa sobreproducción general constituye, si no una reducción inmediata de la riqueza material, si una reducción en el largo plazo, respecto de su nivel potencial. Por otro lado, sí se produce una disminución inmediata en la riqueza social.
Por eso mismo, las medidas de estímulo de la demanda son positivas, porque combaten esos efectos negativos.
Pero, por supuesto, esa no es toda la verdad, porque se combaten los síntomas sin querer conocer las causas de la enfermedad. De hecho, el lío en el que estamos metidos es en buena parte debido al reventón en los 70s del andamiaje keynesiano de la "edad de oro", tras el que ahora están reventando las recetas liberales de los 80s y 90s.
De acuerdo con la ley del valor, puedes marcar las cartas, hacer brillantes juegos de manos, pero al final, la pasta con la que sales de la mesa de juego la ha tenido que poner alguien. De hecho, si son billetes nuevos recién impresos, tampoco es gratis, puesto que o están respaldados con nueva riqueza social, nuevo valor, o todos los billetes, viejos y nuevos valdrán menos.
Esta ley, la ley del valor, según la cual no hay más riqueza (social) que la que procede del trabajo (social) sí se cumple, y lo hace cada día a pesar de todos los aparatos políticos, mediáticos y policiales que se le quieran oponer.
Al menos así es en el capitalismo.
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