miércoles, 21 de diciembre de 2011

el tonto, el malo y el ladrón

Ayer se publicó en internet un claro, cristalino, artículo titulado ¿Banco malo o banco tonto? Recomiendo leerlo (es muy cortito), pero para el que vaya pillado de tiempo o la pereza se lo coma por los pies haré un resumen, con dos extractos del artículo:
(...) llamaré “banco malo” a aquel pensado para que las entidades financieras vendan sus activos asumiendo pérdida (...) Para que el banco sea “tonto” basta con que miremos hacia otro lado y permitamos que se socialicen las pérdidas.
De manera que, al loro, porque cuando nuestros políticos hablan de "banco malo" en realidad están pensando en el "banco tonto". ¿Por qué digo esto? A continuación se explica todo. Porque siguiendo con el artículo empezamos a comprender porqué a Botín no le gusta, cuando es un señor al que no le creo preocupado por "el contribuyente" (porque él se borra de esa categoría con facilidad). Atentos:
(...) La banca obviamente es más partidaria del “tonto” que del “malo”. Que no les interesa el “malo” es evidente, porque vender activos a pérdida es algo que pueden hacer ya y no están haciendo...
Pero además los grandes no querrían exactamente un "banco tonto", sino un banco solo "medio tonto":
(... La gran banca), a la que no interesa que se ayude excesivamente a los perdedores (banca mediana y cajas), pues los quieren a los pies de los caballos como vía de adquisición barata de cuota de mercado.
Como ya nos conocemos todos, si eso es lo que piden estos señores, eso será exactamente lo que se va a hacer. Al tiempo...

Por lo demás, en el artículo sólo echo en falta un poco de calificación del asunto: aquí no vale con hablar de "banco malo" o "banco tonto". Además hay que llamar ladrón al que se queda con lo de los demás.
Y si de paso alguien terminara en la cárcel algunos nos quedaríamos más tranquilos.

viernes, 16 de diciembre de 2011

justicia y dignidad (por una vez)

El Parlamento Europeo ha ejercido sus competencias y ha vetado el tratado de pesca entre la Unión Europea y Marruecos.
El posicionamiento de los grupos de la Eurocámara en la votación no la he encontrado más allá del número total, y me interesaba conocerla porque, al fin y al cabo, en ese Parlamento los que mandan son los mismos que en todas partes, los "populares" tipo PP y los "progresistas" tipo PSOE, por lo que me ha extrañado el resultado. Lo que sí ha quedado claro es que PPSOE ha votado en bloque contra el veto (salvo un tal Zalba).

Parece pues que, por una vez, la justicia y la dignidad se han impuesto sobre las falsas premisas de real politik, que llevan a firmar vergonzosos acuerdos con lo que llaman "socios estratégicos"

miércoles, 14 de diciembre de 2011

el precio del transporte público

Ayer me enteré de que el Ayuntamiento de Zaragoza iba a introducir criterios de progresividad en los precios del transporte público. Por ejemplo, aquí se explica que los precios se graduarán según el nivel de renta del usuario.

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿qué es el dinero?

Animado por algún comentario de mi amigo Alfredo, a pesar de mis reservas voy a publicar una especie de lección sobre el dinero[1].

Se trata aquí de explicar el dinero aquí y ahora: en el capitalismo avanzado de occidente a principios del siglo XXI. Digo esto porque cualquier análisis científico exige ciertas abstracciones -simplificaciones de los fenómenos directamente observados en la realidad-, que en ocasiones pueden hacernos pensar que se está hablando de qué era el dinero en épocas históricas superadas, o de qué sería el dinero si el mundo fuera de otra manera, no como es. Los ejemplos, analogías o experimentos mentales sólo son válidos en la medida en que contribuyan a explicar el dinero aquí y ahora, y así hay que tomarlos. Si no cumplen esa misión deben desecharse.

Dicho esto, entremos en materia.

viernes, 25 de noviembre de 2011

estos tíos, padres de la prima, reniegan de ella

Visto hoy en la página web de eleconomista.es:
La falacia de la prima de riesgo
Es el nuevo Dorado Económico, todo el mundo habla de ella sin saber que está mal conceptualizada y peor calculada. La prima de riesgo se calcula como la diferencia de rentabilidad entre el bono alemán y español a una década y se conceptualiza como el exceso de rentabilidad que España debe pagar para financiarse con respecto al mejor (y más fuerte) país de la UE, debido al potencial riesgo que tiene hoy en día invertir en bonos españoles. Se llega a decir que si supera los 500 puntos básicos, España está abocada a ser intervenida como Irlanda, Portugal y Grecia.
Ahora bien, si demostrara que una prima de riesgo de 500 puntos básicos puede no ser tan mala para España, estaría probando que la base de análisis de esta prima de riesgo es equivocada.

domingo, 23 de octubre de 2011

competitividad

¿Qué es la competitividad?
Debe de ser algo muy importante, porque el pensamiento único la repite continuamente, y no solo ahora en tiempos de crisis, sino desde mucho antes. De hecho, es el principal ariete que usan economistas, medios de comunicación y gobiernos para derribar lo poco que pueda existir de un estado social del bienestar.
Pues he intentado obtener una definición y lo único que está claro es que el asunto no está nada claro.

una investigación de urgencia
Primero, la Real Academia: dice que es (1) Capacidad de competir o (2) Rivalidad para la consecución de un fin. Bueno, como nos dictaba la intuición, es perfectamente aplicable también al deporte.
En wikipedia en español el artículo es bastante peor que en inglés (como es habitual). En este último se hace una definición que comienza diciendo que es un concepto relativo, sería "la capacidad y el éxito de una empresa, sector o país para vender en un mercado dado".
El propio artículo en inglés incluye una sección de "críticas" donde cita al nóbel Krugman (el artículo que se cita se llama "La competitividad: una obsesión peligrosa"), indicando que el concepto de competitividad aplicado a naciones es, en el mejor de los casos, confuso, y que debe mejorarse. Se cita en este sentido un artículo de un tal Thompson, cuyo resumen (el artículo es de pago y no parece que merezca la pena) dice que la competitividad de las naciones es un concepto vago y mal medido, y que el propio artículo pretende corregir esto usando datos de 127 empresas de Hong Kong para construir una medida estadística en 10 dimensiones y cuantificar la ventaja competitiva de dicha ciudad. Es decir, para encontrar una definición del concepto buscamos un conjunto de variables que, en ensalada, lo cuantifiquen. Un método curioso. De momento, si nos puede guiar el que este Thompson utilice indistintamente los conceptos de "competitividad" y "ventaja competitiva".
Adicionalmente, el artículo de Wikipedia nos guía a los informes que, anualmente, emite el "Foro Económico Mundial" (Davos, para entendernos) para mostrar un índice de competitividad de las naciones del Mundo. Concretamente a la página 3 de su informe 2009-2010, donde nos encontramos que
Las economías competitivas son aquellas que ponen en juego factores que llevan a la mejora de la productividad sobre la que está construida su prosperidad presente y futura.
No nos dicen qué es la competitividad (aunque el informe se dedica a medirla!), pero sí queda claro que algo tiene que ver con la productividad. Lo malo es que para intuiciones que ya intuíamos todos no nos hacía falta leer esto.
Dado que mi investigación no daba los frutos perseguidos, seguí consultando algunos artículos, obligatoriamente uno que se denominaba "¿Qué es la competitividad?", donde se cita como pórtico a un tal Geraldo Müller:
Existen palabras que tienen el don de ser excepcionalmente precisas, específicas y, al mismo tiempo, extremadamente genéricas; altamente operacionales y medibles, y, al mismo tiempo, considerablemente abstractas y extensas. Sin embargo, cualquiera que sea el caso, estas palabras tienen el privilegio de moldear conductas y perspectivas, así como, pareciéndose más a herramientas de evaluación, ejercer influencia en la vida práctica. Una de éstas palabras mágicas es 'competitividad'.
El énfasis es mío, y lo he puesto porque efectivamente, debe de ser cuestión de magia que una "palabra" sea precisa y genérica, medible y abstracta. Parece más bien un juego de palabrería insulsa y vacía para, precisamente, "moldear conductas y perspectivas". Por lo demás, el artículo fija las bases del "marco conceptual de la competitividad" en las teorías de comercio internacional. Es decir, en la teoría de la ventaja comparativa de David Ricardo, basada en la dotación diferencial de factores de producción. A continuación se nos explica que hoy en día la competitividad se "reconceptualiza" y las ventajas comparativas evolucionan a las ventajas competitivas, basadas en la diferenciación del producto y la reducción de costes. Luego ya se pasa a "analizar" las modernidades que tanto les gusta manosear a algunos (la tecnología, la globalización, la sostenibilidad...)

una propuesta de definición
Al final, y visto que de nuevo se nos está vendiendo una milonga como si fuera un complejísimo concepto científico, creo que esto de la competitividad sólo se puede entender si lo tratamos como una etiqueta que se pone ex post a un resultado: (a) el ingreso neto por ventas (por ejemplo, hablando de un país, la balanza comercial) ha alcanzado determinado nivel comparado con el total de la producción, o de las compras, o de las ventas, (b) se ha conseguido vender más que un competidor, y/o (c) se ha conseguido aumentar la relación ventas/compras o ingresos/gastos [1]. Las modalidades (a) y (b) son índices comparativos y la (c) un índice de variación. En todo caso, parece claro que se trata de una medida relativa, y esto implica:
  • Como medida, que no se trata de una sustancia que se pueda fomentar para mejorar la balanza comercial, la posición de mercado o como le queramos llamar. La línea causal es justamente al contrario: una mejor balanza comercial significa una mayor competitividad. Espero que me disculpéis el mal uso del término, porque aquí no hay causalidad, sino simple medición de la magnitud de una variable.
  • Como relativa, no podemos buscar una ecuación -ni dos docenas de ellas- que nos indiquen una cantidad de competitividad, sino un índice para comparar varias competitividades entre sí, o con otras magnitudes (por ejemplo, balanza comercial respecto al total PIB, o respecto al total de importaciones).


análisis de la competitividad y consecuencias económicas y políticas
En otros lugares, ciertamente más críticos que los citados, como el artículo de Álvarez, N. y Luengo, F. "Competitividad y costes laborales en la UE: más allá de las apariencias" y el blog de Alberto Garzón, se deja de lado el controvertido concepto de competitividad y se centra en la madre del cordero: la productividad y la distribución del ingreso, en ambos casos para negar el corolario de la necesidad de recortes salariales.
En el hilo sobre competitividad, salarios y productividad (capítulos I y II, y recopilación final aquí, con un corolario aquí), Alberto analiza los conceptos convencionales de competitividad, costes laborales unitarios, para combatir en su propio terreno, con datos en la mano, la idea de que hay que bajar los salarios.
No obstante, aunque he tenido la sensación de que el hilo no está concluido, en los comentarios hay alguna crítica procedente de economistas convencionales (pocas, porque estos tipos no se prestan fácilmente al debate científico, como dice Rober en el propio blog).
Aunque estas críticas me parecen un poco confusas, hay alguna que da que pensar: Fernando, en el post de recopilación menciona que
Dices que los liberales no citamos la reducción de los beneficios empresariales como método para aumentar la competitividad de una empresa en época de crisis.
Eso es porque a los inversores que financian esas empresas, no les agrada perder su dinero y por tanto lo retirarían de cualquier proyecto empresarial que pierde su credibilidad al aumentar el riesgo y disminuir el beneficio, para ponerlo en un lugar más seguro
No le falta razón.
Al enfoque de Alberto le falta el carácter dinámico que es intrínseco al problema de la competitividad, y no es suficiente con apuntar que, dado un nivel de productividad, en lugar de reducir salarios se pueden contener beneficios. Es necesario, además, demostrar (no desear) que la contención de beneficios es una alternativa viable (que se puede llevar a cabo) y realista (que se va a llevar a cabo).
Los beneficios, sin entrar en otras cuestiones que reconozco imprescindibles -sobre todo la proporción del beneficio que se consume, se invierte especulativamente o se invierte productivamente- son ciertamente el principio y el fin de la acumulación capitalista, y con ello de la producción de riqueza y del empleo. Este hecho es lo que convierte al capitalismo en un callejón sin salida, y lo que convierte al dilema salarios-beneficios en una lucha perdida de antemano para los trabajadores.

conclusión: el socialismo científico no es un capricho
De hecho, creo que no podemos abordar el asunto de la competitividad con perspectiva si no tenemos en cuenta lo que nos indica Xavier Gracia en su magnífico "Yo no compito" (absolutamente recomendable, tiene muy buena pinta el seminaritaifa.org, y para los que tenemos la desgracia de no conocer el catalán, con el traductor de google se sigue de lujo):
La competitividad es un virus ideológico. Si uno acepta su lógica está perdido. La aprobación de la necesidad de ser competitivos lleva implícita la aceptación del modo de producción capitalista. (...) La pregunta que debemos hacernos no es qué estrategias seguir para mejorar la competitividad, sino por qué el trabajador tiene que vender su fuerza de trabajo al capitalista para poder existir. ¿Por qué la producción tiene que ser mediada por el beneficio y por la extracción de plustrabajo? ¿Por qué los productos del trabajo se enfrentan al trabajador como propiedad privada del capital?
Sé positivamente que a muchos les suena a dogmas, a lo de siempre, a antiguo... En fin, ya sabéis. Y acepto que nadie nace sabiendo, y que es duro aprender, especialmente cuando hay una maquinaria cara y eficiente de manipulación masiva de nuestras mentes y esperanzas. Yo lo sé muy bien, porque dedico mucho tiempo a estudiar y aún tengo muchas lagunas y dudas. Lo que no acepto es que se desprecie lo que se ignora, pese a que sea una postura demasiado común.
El socialismo científico no es un capricho intelectual. No son pajas mentales ni un impulso de discutir por discutir o de inventar palabras raras para nombrar a los conceptos "conocidos".
Al menos, que a todo el mundo le quede algo claro: si adoptamos las categorías de análisis burguesas, diseñadas para confundirnos, nos confundiremos; si abandonamos las categorías de análisis científicas, diseñadas para guiarnos, nos perderemos.
También en el análisis de la realidad...

SOCIALISMO O BARBARIE



NOTAS:


[1] Esto se parece mucho a lo que recetaban los economistas de cuando no existía la economía: los mercantilistas.
Estos sostenían que la riqueza del príncipe (en sus tiempos ya se empezaba a identificar a los soberanos con "las naciones"), consistía en el dinero del que disponía. De esa suma dependía, no ya su tren de vida, sino su armada, su influencia y su prestigio. No parece ninguna estupidez ¿no?
Y ¿cómo se aumentaba esa riqueza? pues vendiendo más de lo que se compra o, en términos más técnicos, manteniendo una balanza comercial positiva. Esto implica a su vez una serie de posibles medidas como políticas fiscales de favorecimiento de exportaciones y penalización de importaciones, devaluaciones competitivas, etc. ¡Exactamente lo que se lleva hoy en día!
Cuando nació la economía política con pretensiones científicas, con los fisiócratas primero y los clásicos después, se afeaba a los mercantilistas que basaran todo en una competición de suma cero, y señalando la importancia de la producción de riqueza, y de la acumulación de capacidad productiva. Posteriormente, al llevar Marx este nuevo enfoque científico a sus últimas consecuencias, el poder evidentemente se alejó de todo ello, y la economía política desapareció de los foros oficiales, siendo sustituida por la "economía", la "ciencia" de la elección.
Quizás esta vuelta al mercantilismo -mientras sigue siendo denostado en todos los círculos académicos- merezca un futuro artículo monográfico.

jueves, 20 de octubre de 2011

socialismo utópico y nostalgia

Marx advirtió contra la nostalgia de tiempos pasados, reales o mitificados (si bien es cierto que no tengo tiempo para buscar las citas). Si alguien quiere buscar las citas, es probable que las encuentre cerca de nombres del socialismo utópico, a quienes Marx solía señalar este defecto (Sismondi, Proudhon).
En el magnífico blog de Alberto Garzón pijus economicus (me imagino que el nombre lo puso, sin mucha reflexión en un momento en que le pareció ingenioso y chisposo, como yo a este blog, y supongo que, como yo, ya se ha arrepentido) hay un ejemplo que lo ilustra bien: una digresión en un artículo de introducción a la economía que se adentra en el asunto de la economía de cazadores-recolectores. En seguida salta la chispa del igualitarismo de las sociedades de "comunismo primitivo" y no tardan mucho en aparecer los comentarios nostálgicos de "qué bien nos iría así".

Pero, como nos enseñó Neruda: "no es hacia abajo, ni hacia atrás, la vida".
Aparte de que quedan pocas, pero alguna tribu de comunismo primitivo queda, con lo cual la aventura está a disposición de quien quiera vivirla, yo no creo que nos fuera muy bien así.
En las sociedades de cazadores-recolectores la economía es tan sencilla, tan poco compleja, como las propias relaciones sociales. De hecho, de acuerdo con el materialismo histórico, son las relaciones económicas las primeras y más importantes definidoras de las relaciones sociales en general, y de relaciones económicas sencillas obtenemos otras relaciones sociales sencillas. Pero, además, el nivel de desarrollo económico, las condiciones materiales (económicas) de vida son tan básicas que ni exigen, ni permitirían, mucha más complejidad social. Cuando el excedente, si existe, es corto hay poco que dedicar a instituciones, cultura, investigación... de forma profesional, dedicada, técnica, o como se le quiera llamar. Por supuesto que, a cambio, cuando no existe esclavitud en ninguna de sus formas (esclavismo, servidumbre, trabajo asalariado...) la producción de riqueza para que otros vivan (de lujo) sin producir no existe, y eso libera mucho tiempo para todos los miembros de la sociedad, que pueden dedicar entre otras cosas a disfrutar de la vida, y esto a su vez, en su faceta social, quiere decir dedicarse a las instituciones, la cultura o la investigación, pero evidentemente de modo lúdico, como aficionados, y de forma necesariamente menos eficiente.
Con ello no quiero hacer ninguna valoración ética o moral, pero si creo que estaremos de acuerdo que, del mismo modo, y paralelamente, a la creciente complejidad y tecnificación de las relaciones de producción que las hacen más eficientes, la complejidad y tecnificación (profesionalización) de las actividades superestructurales (por usar los términos de Marx-Engels) las dotan de mayor eficiencia (vete tú a medir esta eficiencia, eso sí).

Resumiendo, no sólo me gusta más vivir en una sociedad compleja y rica que en una simple y anclada en niveles de eficiencia poco distinguibles de "sociedades" animales (y de nuevo, con ello no califico moralmente, ni para bien ni para mal). Es que además es imposible volver atrás y olvidar lo que se conoce. Entonces ¿para qué la nostalgia de lo imposible? Se le parece mucho a esas "nostalgias" del capitalismo sin trabajadores de las que hemos hablado aquí (y que también aparecen en pijus economicus).

Y aquí tenéis otro ejemplo: el editor que sale en defensa de los libreros, a su vez defensor de los valores de la cultura contra el capitalismo salvaje de los gigantes de la distribución (los "hiper"):  http://www.cerlalc.org/revista_precio/n_articulo013_a.htm. Dice este señor:
Sin unas reglas de juego claras y ecuánimes, la cultura saldrá siempre perdiendo, porque el mercado sigue las normas del darwinismo y no tiene tiempo de fijarse en matices. Cuando el economista y escritor y humanista español José Luis Sampedro dice que a los que manifiestan que el mercado es la libertad deberían acercarse a comprar a un supermercado sin dinero para ver cuán libres son, está hablando, precisamente, de competir en igualdad de condiciones.
Nos explica porqué no hay "reglas de juego claras y ecuánimes":
¿Saben qué pasa cuando no hay precio fijo? Que manda quien pueda ofrecer el descuento mayor. ¿Y saben qué pasa cuando tienes que dar un descuento inmenso a un grandísimo comprador? Que el editor tiene que hinchar los precios, porque nadie ha conseguido ganar dinero vendiendo metros de tela con 110 centímetros (o, lo que se decía en España cuando existía la peseta: “duros a cuatro pesetas: es decir, cinco pesetas al coste de 4).
Con lo cual está clara la receta: precios fijos sin posibilidad de descuentos al comprador:
Criticar a los que defienden el precio fijo como la única garantía posible de libertad en igualdad de condiciones sobre algo tan esencial es un signo de cobardía de cachorros (jauría, debería decir) miltonfriedmaniana. (...) Es hora de que, para hacer este mundo un poco más habitable, veamos en el keynesianismo una forma de recordar la diferencia entre valor y precio. Con un poco de suerte, muchísima convicción y la tenacidad que debe seguirnos dando la dignidad (algo que tiene valor, pero no precio) la batalla en defensa de la cultura no debería estar del todo perdida. De llegar a estarlo, acabaremos alimentándonos sólo de diamantes y de best sellers infumables, deleznables. (...) ¿Saben una cosa? Defender el precio fijo (o no) es lo que te puede llegar a hacer saber ante quién te encuentras. El precio fijo y la defensa de las librerías culturales son como la actitud de la gente hacia el dinero: desnudan, realmente, a cada persona y revelen como somos realmente como ciudadanos. (...) Una librería independiente es la señal de que hay alguien que lucha por un negocio que tenga sentido. No es ni debe ser un negocio de románticos, sino un negocio emparentado con la educación (trabajo en algo digno a largo plazo), entroncando con la labor que realizan las familias (trabajo entregando para personas futuras).

Parece que está de moda la defensa de algunas antiguas actividades económicas llevadas a cabo por modos no capitalistas. En esta defensa del pequeño comercio, las PYMEs o, como en este caso, las pequeñas librerías, las gentes de izquierda nos sentimos inclinados a ponernos del lado del débil frente a la maquinaria del gran capital. Esto tiene un indudable interés táctico en la búsqueda de alianzas amplias de clase. El pequeño burgués, sea autónomo, pequeño empresario o similar, que de hecho trabaja como una mula por un ingreso que nunca le permitirá retirarse, difícilmente encaja en la clase capitalista, y en general no comparte sus intereses.

Pero no cabe duda es de que esta no es nuestra guerra.
No niego que el librero tipo tenga un verdadero amor a la cultura. Pero cuando se pone en pie de guerra sin duda lo que está exigiendo es el mantenimiento de su negocio, de su modo de ganarse la vida. Y ese modo de ganarse la vida es acapitalista, precapitalista para ser más exactos. No puede funcionar en el capitalismo porque no puede competir. El único modo que tiene de salvarse es conseguir que el poder político le aisle del ecosistema económico en el que vive él, y vivimos los demás: el modo de producción capitalista. Lo que persigue, dicho en plata, es la obtención de un privilegio, que los mineros asturianos, los trabajadores de los sectores naval y siderúrgico no pudieron disfrutar en las salvajes "reconversiones industriales", y que más de la mitad de los jóvenes actuales, en el paro, ni se plantean.
Defender al librero frente a la gran superficie es defender el pasado. Defender la cultura frente a la brutalización de la autovalorización del capital es posible sólo trabajando por la superación del capitalismo.
Pretender la defensa de la cultura convirtiéndola en una mercancía es ponerla a los pies de los caballos, como ha conseguido la industria de la propiedad intelectual. Es la conversión de la propiedad intelectual en una mercancía la que tiene a la cultura hecha unos zorros, y no el que esa mercancía se venda al menor precio posible de acuerdo con las leyes del capital. Y pretender la defensa de la cultura salvaguardando el modo de vida de los libreros comprometidos con su oficio, cuando ese modo de vida es algo del pasado, es utopía nostálgica.
Y además es una injusticia, cuando a los demás no nos salvaguarda del capitalismo ni dios.

Por último, no perdamos de vista que, desde el momento que consigamos para nuestro amigo librero semejante privilegio nos podemos olvidar para siempre de él: El día que haya que aunar fuerzas para derribar el estado burgués, que será ya el que le mantiene en su negocio, y al gran capital, que para entonces no supondrá ya una amenaza para él, no lo encontraremos a nuestro lado, sino enfrente.

viernes, 7 de octubre de 2011

el eterno retorno

Quiero compartir mi sensación de abatimiento, a ver si así se mitiga un poquito.
Buscando y buscando material (acumulo mucho más de lo que me da tiempo a estudiar) para mi estudio de economía marxista, economía política, socialismo científico o como se le quiera llamar, voy encontrando piezas cada vez más antiguas de autores que ya se encontraban las mismas situaciones que vemos hoy.
Un caso espectacular ha sido ver lo que ponen en el archivo marxista en internet como cita de cabecera de Henryk Grossman:
"¿Qué ocurrió en el año 1929 en los EE.UU. y el año 1931 en Alemania e Inglaterra, si no una crisis gigantesca? La clase obrera no estaba preparada para esto. No tenía un Lenin, que esperaba y trabajaba para llegar a ese momento. Por el contrario, durante décadas se escuchó de Hilferding y Helene Bauer que una crisis era imposible. Sólo esta desorientación de la clase obrera hizo posible que la clase dominante superara el pánico y sobreviviera a la crisis".

Henryk Grossman (1881-1950)

Sólo hace falta cambiar las fechas y los nombres de algunos personajes y ¡tenemos un retrato de la situación actual absolutamente exacto! ¿Hace falta añadir algo?
Quizá sólo que la obra de Grossman se centró en la teoría marxista de la crisis, que los revisionistas de todo pelo (infraconsumistas y sobreconsumistas) "corrigieron" (malinterpretaron, falsificaron y negaron: ver Peter Howell, De nuevo sobre el trabajo productivo e improductivo y el propio Grossman Law of the Accumulation and Breakdown, en inglés), mientras que durante todo el siglo XX y hasta hoy ha habido "correctores" en todas las áreas de la economía marxista, empezando por la ley del valor trabajo y terminando por la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Como cumbre de estas falsificaciones, Ian Steedman o David Laibman (ver por ejemplo en David Yaffe, Valor y Precio en El Capital de Marx, o también la obra citada de Howell).
Como enfatiza el propio Howell (obra citada), no es que a los marxistas nos de miedo revisar críticamente la obra de Marx, es que sabemos positivamente que cada tergiversación y falsificación de la misma lleva inmediatamente a un triunfo del programa político reformista y, por su mediación, al desconcierto, desunión y derrota de la clase obrera.

La teoría del eterno retorno, deprimente como es, aplicada a la deprimente incapacidad de la clase trabajadora para emanciparse.
...Al menos hasta la fecha.

jueves, 6 de octubre de 2011

la sustancia de la economía: el valor (segunda y ¿última? parte)

En otro post hablé del fundamento último de la ley objetiva del valor como fundamento de una verdadera ciencia económica. Esa ley, en la única formulación coherente y relevante hasta la fecha es la de la teoría del valor trabajo de Marx, el fundamento, junto con el materialismo histórico y la dialéctica como herramienta de análisis, del socialismo científico.
Aunque me quejaba yo de que Marx no nos había dado un fundamento de esta ley, leyendo aquí y allá he encontrado una carta suya a Ludwig Kugelmann el 11 de julio de 1868, en la que claramente habla sobre el particular.
Si no lo he entendido mal, lo que viene a decir es que es inútil buscar tal justificación. La ley del valor es un axioma imprescindible para servir de punto de partida a un análisis científico del funcionamiento de la economía capitalista. Como él dice, otra cosa sería pretender obtener una ciencia antes de la ciencia.

Dado que parece que la cuestión es más filosófica, abandono aquí la investigación, no sin antes anotar un par de puntos que me parecen pertinentes:
En un trabajo de Alan Freeman, "Price, value and profit – a continuous, general, treatment" (es su capítulo final del imprescindible Marx and non equillibrium economics, Edward Elgar, 1996, 303 páginas), dice (pág. 19 del manuscrito en MPRA):
"otras mercancías [distintas de la fuerza de trabajo] no caminan por el mercado disponiendo de sus ingresos en igualdad de condiciones con sus dueños. El coste de la fuerza de trabajo se determina independientemente de su capacidad para ganar dinero para su comprador. Por eso, y no por otra razón, existe la ganancia. Si los trabajadores fueran contratados directamente como esclavos, robots, animales de carga o siervos, entonces, fuera o no el tiempo de trabajo la medida del valor, el trabajo excedente no se extraería en forma de beneficios monetarios, sino directamente como trabajo doméstico".
Sinceramente, no estoy seguro de entender bien la afirmación de que "el coste de la fuerza de trabajo se determina independientemente de su capacidad para ganar dinero para su comprador". Quiero decir que no veo donde se diferencia en esto la fuerza de trabajo de cualquier otra mercancía que sirva de medio de producción, y cuyo coste se determina por el tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario para su reproducción, y por lo tanto independientemente de su capacidad para ganar dinero para su comprador.

En todo caso, creo que todo esto está relacionado con las superficialidades (vulgaridades diría Marx) del "capitalismo sin trabajadores", del que ya dí un ejemplo en otro post, y del que he encontrado otro ejemplo aún más descabellado aquí (sinceramente, he dudado de poner el enlace, porque es un ensayo plagado de alucinaciones y de una falta de rigor tremenda, pero puede servir para entretenerse un poco). De lo que no cabe duda es de que el socialismo científico debe defenderse duramente de estos defensores que tiene, de la misma forma que la izquierda marxista tiene que defenderse continuamente -y defender a la clase trabajadora- de todos los oportunistas que se ponen su etiqueta de izquierdistas, especialmente al llegar las elecciones.
Parece que, si el tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario es la medida del valor, es, sobre todo, porque el hombre es la medida de todas las cosas, de la misma manera que incluso los "derechos de los animales" son un asunto de humanos, no de animales.

Pues lo dicho: dado que este asunto parece que exige adentrarse en cuestiones filosóficas, me retiro del campo y -zapatero a tus zapatos- me dedico a mis investigaciones en economía. Aunque no prometo nada (no es una amenaza, es simplemente que hay que aprovechar lo bueno que tiene un blog, y es que puedes decir y hacer lo que te de la gana).

plusvalía, tiempo y beneficio

Ejemplo de Ricardo (citado por Marx en El Capital, aunque ahora no encuentro la cita):
  1. Empleo de 20 trabajadores, por 1,000$, durante 1 año, en el que preparan un producto intermedio, digamos Y. Al año siguiente, otros 20 trabajadores (por otros 1,000$) trabajan ese producto intermedio Y. Al final de ese 2º año, el producto final es X.
  2. Empleo de 40 trabajadores, por el mismo salario de 2,000$, y al final de ese mismo año, el mismo producto X.
Ricardo dice: si suponemos una tasa de beneficio anual homogénea, el primer negocio deberá vender su producto por 1,000$ x (1 + 10%)^2 + 1,000$ x (1 + 10%) = 2,310$.
En cambio, el segundo negocio debería recaudar 2,000$ x (1 + 10%) = 2,200$
¿Tienen ambos productos diferente cantidad de trabajo abstracto socialmente necesario -valor- o es que no se cumple la ley del valor?
Evidentemente, ambos productos tienen el mismo valor -40 hombres durante un año, llamémosle 40 h·a- ¿debemos abandonar entonces la teoría objetiva del valor trabajo?
De ninguna manera. Lo que tenemos que abandonar es el olvido del tiempo o, mejor, su fetichización como origen mágico de la plusvalía y, ella mediante, del beneficio del capital..

¿Porqué es imprescindible considerar el tiempo? Porque en el capitalismo el principio y el fin de todas las cosas es el beneficio. Y el beneficio es una variable flujo, es decir, que sólo se puede considerar en un intervalo temporal: un beneficio sólo se puede obtener en un plazo de tiempo determinado. Si el beneficio es la masa de ganancias, el indicador de su idoneidad, de su suficiencia, de la adecuación de una determinada masa de ganancias es la tasa anual de ganancia. La tasa es lo que convierte la suma absoluta de beneficios obtenidos en una cantidad relativa (a) a la suma invertida y (b) al tiempo necesario para su obtención.
Un ejemplo ayudará a explicarlo: Un mismo beneficio de 100.000$ puede considerarse fantástico si procede de la inversión de 1.000$ en derivados o ser absolutamente decepcionante si es el resultado final de una inversión de 10.000.000$ en una fábrica, instalaciones, materias primas y auxiliares, salarios y demás.
Pero no sólo hay que poner en relación el beneficio con el capital invertido: también hay que relativizarlo según el tiempo transcurrido: La misma inversión en bolsa de 1000$ puede rendir un beneficio neto de 100$, y considerarse una ruina si se ha obtenido en 10 años, o ser un negocio espectacular si se logra en 10 minutos.

Así pues, ¿cómo ponemos en relación -relativizamos- los dos negocios que propone Ricardo?
Vamos a igualar los intervalos temporales ¿Cómo? aumentando (o disminuyendo) la escala de inversión de cada negocio en función de la escala temporal en la que se desarrolla. Es muy sencillo:
  1. Se tienen contratados 40 trabajadores, 20 de ellos están preparando el producto intermedio, y otros 20 están sacando producto final, con el producto intermedio Y que se adquirió al principio del ejercicio. Al final del año se tiene el producto final de estos últimos, más el producto intermedio preparado por los otros 20 trabajadores, que a los efectos de este ejemplo podemos igualar a los adquiridos al principio del ejercicio y eliminarlos de la cuenta neta.
    Este negocio, entonces, junto al capital variable -salarios- exige una inversión en capital constante -producto intermedio.
    En todo caso, la cuenta final es: en un año, 40 trabajadores con un capital constante de 20 h·a producen producto intermedio con un valor de 20 h·a y producto final con un valor de 40 h·a. Evidentemente, hay que reducir todo a las mismas unidades. Para seguir el ejemplo de Ricardo, tomaremos una tasa de plusvalía (s/v) del 10% con lo cual 40 h·a suponen 2,000$ (v) + 2,000$ x 10% (s) = 2,200$. Esto supone que la relación dinero / tiempo de trabajo es 2,200$ / 40 h·a = 55 $/h·a
    Con esta conversión -el dinero para Marx no es más que la forma de expresión del valor- tenemos que: v=2,000$, c=1,100$, s=200$, producto (en valor)=1,100$ (producto intermedio) + 2,200$ (producto final) = 3,300$, o lo que es lo mismo, 60h·a.
    Con esto hemos duplicado la escala del primero de los negocios de Ricardo, para conseguir igualar el periodo de producción con el del otro negocio: un año [en realidad no solo hemos aumentado la escala, lo hemos modificado cualitativamente para que la producción del "producto intermedio" se desarrolle en paralelo, simultáneamente, con la producción del "producto final", y no en fases sucesivas].
  2. Se contratan 40 trabajadores con un coste (v) de 2,000$ sin inversión alguna en capital constante y en un año proporcionan un producto X de 40h·a, o 2,200$.
Podemos hacer ese mismo análisis considerando no una sino 3 líneas productivas:
  1. En un año produce con 20h·a y Y producto intermedio un producto final X
  2. En un año produce con 40h·a un producto final X
  3. En un año produce con 20h·a Y producto intermedio
Esto equivale a partir la antigua rama (I) en otras dos ramas (A y C), manteniendo el matiz de revelar la necesaria inversión en capital constante en la actual rama (A).

En definitiva, tanto en uno como en otro "sistema" de producción, el producto final vale 2,200$ y ha producido una plusvalía de 200$.
No obstante, siguiendo el primer sistema es obligatorio invertir en un bien intermedio que, para producir 2,200$ de producto final, asciende a 1,100$. Es decir, las líneas A y B producen ambas el mismo producto final X, con las mismas horas de trabajo social (40h·a) y por ello el mismo valor (2,200$) . Pero, en este caso, en A se realizó una inversión de 1,000$+1,100$=2,100$, mientras que en B sólamente se invirtieron 2,000$. Por su parte, en B se extrajo una plusvalía de 2,000$·10%=200$, mientras que en A solamente se extrajeron 1,000$·10%=100$. No hay ningún problema por tanto, una vez igualadas las condiciones, para retribuir ambos capitales a la misma tasa anual de ganancia, pero en este caso debe notarse que es la plusvalía la que no es igual en las respectivas líneas de producción.
La diferencia, en todo caso, son los 1,100$ o 20h·a que constituyen el capital constante necesario en (I) y no en (II). El mero transcurso del tiempo no aporta ningún valor: la ley objetiva del valor sigue rigiendo, e impone que el valor es trabajo socialmente necesario, y sólo el trabajo socialmente necesario es valor.
El abracadabra se desvela, y efectivamente en la producción de (I) están implicadas 20 años-hombre más que en la producción de (II). Dicho de otra forma: no hay más "tiempo", hay más "inversión".

Lo que en definitiva revela este ejemplo es que, en el capitalismo, y sin que la ley del valor sufra lo más mínimo, los capitalistas no pueden -o no por mucho tiempo- obtener ganancias en función de la plusvalía arrancada por ellos, sino modificadas por la composición orgánica de su respectivo capital.

Aún podemos considerarlo de otra manera, para introducir otra matización sobre el tiempo:
podemos considerar como periodo homogéneo el de 2 años. Entonces, en el tiempo en que (I) produce una tanda de producto final, en (II) les ha dado tiempo a producir dos tandas, pero esto introduce novedades (complicaciones):
  • Entre ambas tandas el capitalista (II) debe concurrir a la esfera de la circulación para 1) realizar su plusvalía en beneficio y 2) volver a adquirir fuerza de trabajo.
    Esto, poco o mucho, requiere tiempo y supone, como le llamaba Marx, un salto mortal de la mercancía, puesto que nada le garantiza al capital que podrá realizar sus ventas según lo previsto.
  • Se introduce la posibilidad teórica de que en la segunda tanda no se limite a reinvertir la misma cantidad de capital variable recuperada mediante la venta, sino que incorpore también una parte de la plusvalía, comenzando entonces una reproducción ampliada, con sus propios requisitos y dinámica.
    Aunque, insistamos, esto es teóricamente una posibilidad, el capitalismo se basa en la reproducción ampliada y no tiene sentido sin ella. En tiempos de crisis como en los que se está escribiendo esto, esa acumulación se encuentra paralizada o incluso da pasos atrás (se desacumula), pero eso no podrá durar mucho tiempo, o no será capitalismo.

Por último (lo prometo), como siempre hay impresentables "corrigiendo" a Marx y su método, les anticipo que el hecho de que en (I) hayamos considerado un capital constante inicial exactamente igual que el final, para así poder hacer una variación neta nula, es simplemente para facilitar los cálculos. El que vea en esto un defecto fundamental, una incoherencia y una victoria final sobre el marxismo, antes de formar alharacas que se vea la más reciente literatura sobre el mal llamado "problema de la transformación" (fundamentalmente en A.Shaikh y A.Kliman-A.Freeman).

domingo, 25 de septiembre de 2011

Anguita y Europa

Antes de nada: de verdad, que Anguita es cojonudo, que estoy al 90% con él... Que no me ha dado nada contra él.
Ha sido casualidad que despues del último post que hice aquí mi amigo Alfredo me pasara un enlace a la intervención de Anguita en la fiesta del PCE (que, como siempre, me perdí).
Bueno, pues estoy de acuerdo en todo el fondo, pero otra vez tengo mis diferencias en cuanto a la forma... otra vez.

Yo, a diferencia de los que cita Anguita (Martín Seco, Albarracín, Arriola...), sí estaba a favor de la Unión Europea, y también del euro. [Antes de continuar: ponerme a la par con los que cita Anguita me ruboriza, pero bueno, yo lo cuento. Al fin y al cabo para eso es el blog, para largar lo que yo quiera aunque no valga para nada.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Anguita y la izquierda

Ayer en la sexta2 (TV española) hicieron un programa sobre la izquierda en España, incluyendo un reportaje-entrevista del alcalde comunista de Marinaleda y una entrevista con Julio Anguita, antiguo líder del Partido Comunista de España.
Estuvo bien, aunque el programa es marcadamente payaso, y Anguita ya le aclaró que se negaba a ciertas payasadas propias del formato de cualquier entrevista televisiva (lo de "cuéntenos una anécdota"), siempre es interesante oirle.
Anguita es un tío admirable. Es inteligente, coherente en sus ideas y en sus actos y, ¡que carallo! ¡es de los nuestros! No obstante, hizo un par de afirmaciones que me han animado a escribir aquí sobre lo que considero los 2 mayores pecados de la izquierda.

Por una parte, se dedicó, como era su costumbre cuando estaba en primera fila, a regañar a propios y extraños. Regañar a los extraños está bien, pero decirle a los obreros que la culpa de todo es en gran parte suya, por cobardes, por ignorantes y, en definitiva, por mantener una "moral de esclavos" creo que es meter la pata.
El caso es que estoy absolutamente de acuerdo con él en el fondo del asunto: hoy ya nadie se considera obrero, y lo de llamarse "trabajador" solo se reclama cuando llega la hora de justificar los ingresos (por eso a los políticos, los empresarios y esos "artistas" que viven del timo de la propiedad intelectual se les llena la boca al decir que "trabajan" mucho).
No obstante, y precisamente porque así de baja está la conciencia social de la clase trabajadora, es un error monumental culpabilizar a las víctimas. Por supuesto que el trabajador tiene miedo. Por supuesto que está confuso y engañado. Por supuesto que no quiere complicaciones: bastante le joden, no solo en su presente día tras día, sino que el futuro no le promete sino ir a peor. Pero de esto la culpa la tiene fundamentalmente la vanguardia de izquierda, que (por causas en las que no voy a entrar aquí, pero que cada uno tendrá en mente) ha desaparecido del mapa.
Y por otra parte, y al margen de culpas, la posición del proletariado en la lucha de clases está tan deteriorada que no me parece el momento de decir "si no estás conmigo están contra mi". Esto también creo que es esencialmente cierto, pero no se pueden despreciar los tiempos, y ahora no toca. Me explico con un ejemplo: evidentemente que en el movimiento 15-M hay mucha gente que no está con nosotros y que son simplemente gente indignada o incluso solo aburrida, pero no están contra nosotros... aún. Según avancemos en el camino de la revolución (si es que algún día empezamos a andarlo) las razones para todo ese miedo, confusión y evitación del compromiso se darán la vuelta, según se hagan más visibles (a) las razones y (b) las alternativas para hacerlo. En ese momento, quienes permanezcan en sus posiciones de "moral de esclavo" (y cada vez serán menos) sí empezarán a estar contra nosotros, y pasarán a ser enemigos a los que combatir. Pero, desgraciadamente, creo que estamos a mil años luz de esto.

En segundo lugar, cuando le pidieron una definición de "ser de izquierdas", Anguita contestó que consiste esencialmente en creer que "las personas somos iguales". Interesante: tras una breve pausa, inmediatamente añadió con énfasis: "...económicamente". Ahí quedó la definición, por lo que no hay mayor explicación, pero creo que está relacionada con lo que es, a mi modo de ver, otra actitud de la izquierda completamente equivocada: el énfasis en la igualdad.
Creo que el énfasis en la igualdad procede de una reacción visceral al muy notorio hecho de la desigualdad económica imperante. De hecho, lo que deberíamos combatir es la injusticia que esto representa, y lo que debería ser bandera de la izquierda es la justicia.
La profunda desigualdad económica que vemos por todas partes, como muchas otras cosas, puede examinarse desde dos puntos de vista: uno aparente, superficial, vulgar; otro, real, profundo, científico.

En el primero de estos enfoques, la izquierda coincide con la actual socialdemocracia (madre mía, si Lenin supiera quienes han usurpado ese título), pero también con liberales y más aún con conservadores. Es una vergüenza la distribución de la riqueza en nuestro mundo. Y lo es porque la riqueza no es más que poder económico sobre la sociedad. La riqueza es algo social, aunque en nuestra sociedad, eminentemente privada (en la facultad me enseñaron que el Derecho en occidente ha heredado la repulsión de los romanos por la propiedad colectiva). La riqueza no es ni más ni menos que la suma de los derechos que ostenta el propietario sobre los bienes que existen en la sociedad, y sobre la propia gente que constituye la sociedad. Bueno, para ser más exactos, sobre aquélla gente que vende su fuerza de trabajo libremente... ¡porque no tiene más remedio! es decir, sobre la clase trabajadora. Así pues, la riqueza de alguien es la porción del Planeta Tierra, incluida la fuerza de trabajo de las personas, que tiene derecho a disfrutar en exclusiva.
La repugnancia que causa la desigualdad con que se distribuye ese poder, esos derechos, lleva inmediatamente a clamar por una mayor igualdad. Así, los socialdemócratas, cuando llegan las elecciones (sólo entonces), hablan de favorecer a los desfavorecidos, y todos los cristianos (los "de base", porque los de verdad, los de "a dios rogando y con el mazo dando" son otra cuestión) se arremolinan a su alrededor aplaudiendo, aunque prefieren limosnas a salarios mínimos, subsidios de desempleo y servicios públicos.

No obstante, el otro enfoque no se queda en el fenómeno superficial, emergente, de la desigualdad, y de la injusticia que supone. A la izquierda no le sirve tratar los síntomas de la enfermedad, paliar las consecuencias más sangrantes y contrarias a la estética del asunto. Por el contrario, trata de combatir verdaderamente el problema, y eso exige encontrar las causas profundas, para combatirlas.
Y las causas profundas nos fueron explicadas ya hace mucho tiempo por Marx. Se encuentran en el robo de la riqueza creada por los trabajadores por parte de los capitalistas y, a través de los mecanismos de distribución económica, de sus secuaces.
Este robo, junto con la arcaica y absurda institución de la herencia que repugna incluso a ultramillonarios como Bill Gates o Warren Buffet es lo que propicia la desigualdad superficial de la riqueza. Esta es la injusticia profunda que produce la injusticia aparente que vivimos día a día. Esto, y no la desigualdad es lo que una izquierda radical (que se ocupe de la raíz de los problemas) debe combatir.
Creo que, siquiera intuitivamente, en esto estaba pensando Anguita cuando hizo su acotación diciendo que la igualdad esencial de las personas es económica. Entonces, no sigamos hablando de igualdad, hablemos de una vez de justicia.

En otros sitios (aquí o aquí) he contado una idea que cada vez me parece más razonable: más que a la colectivización, en una u otra forma, de los medios de producción, creo que deberíamos perseguir simple y llanamente la abolición del trabajo asalariado como culminación a la lucha histórica contra la esclavitud y la servidumbre (a diferencia de lo que parece que se está iniciando en Cuba).
Esto, además de que creo que es mucho más radical en cuanto a que ataca a la raiz del problema (el trabajo asalariado, más que la propiedad privada de los medios de producción), tendría dos ventajas importantes:
Primero evitar el laberinto de trampas que se levantan al intentar colectivizar los medios de producción manteniendo a los trabajadores asalariados (con el resultado del socialismo real soviético). Cierto es que sobreviviría el problema de planificar (democráticamente) el sistema económico.
Pero además se elimina la supuesta aspiración a la igualdad que, en el fondo, nos hace indistinguibles del cristianismo, como acusaba a menudo Nietzsche a los comunistas.
Yo no soy igual que nadie, ni lo quiero ser, ni creo que vosotros, cogidos de dos en dos seais iguales en ningún sentido, tampoco en el "económico". Ni que quisierais serlo.
Lo que queremos no es igualdad, sino justicia.

viernes, 9 de septiembre de 2011

La sustancia de la economía: el valor

La economía, o la ciencia económica, era tan distinta cuando se fundó que ni siquiera se llamaba así. Se la conocía como economía política.
La fundaron los llamados clásicos, sobre la base de establecer la verdadera sustancia de la economía capitalista. Aunque es difícil establecer una línea nítida, un hito señalado habitualmente es la Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, de Adam Smith. Marx, por su parte, solía señalar a Sir William Petty como padre de la economía política, aunque en wikipedia le califican de mercantilista..
Los clásicos (los de verdad, no los que Lord Keynes, llamaba clásicos cuando no eran más que neoclásicos, aunque estoy seguro que lo hizo para despistar y borrar definitivamente del mapa a la economía política, porque no era ningún ignorante) se distinguieron de todo el análisis previo de los asuntos económicos al fijar la sustancia constitutiva de la riqueza de las naciones en algo más abstracto que los metales preciosos de los mercantilistas o el producto neto físico agrícola de los fisiócratas (que por cierto, fueron los primeros en hacerse llamar "economistas").
Todos ellos, Smith, Ricardo, Mill, y también Marx, partían de la calificación del trabajo como única fuente del valor, mientras que el valor era la sustancia de la que se ocupa la economía política. Dicho de otro modo, el sistema económico o, como lo calificaría Marx, el desenvolvimiento de la sociedad en lo relativo a la relación del hombre con la naturaleza, consiste en la creación, distribución y consumo del valor.
Valor es lo que se produce en los campos y las fábricas en lo que concierne a la economía. Por supuesto que la gasolina que se produce en una refinería es una sustancia que interesa a un químico y a un ingeniero, y un objeto útil si preguntamos a un motorista o a un distribuidor o depende si preguntamos a un ecologista. Pero en todo caso para un economista es pura y simplemente valor.
Y valor es lo que se intercambia en los mercados, si bien mediando necesariamente el dinero. Por cierto que la mediación de esta institución social, el dinero, introduce a su vez complejidades propias que ocultan o distorsionan las reglas que guían el funcionamiento económico, dificultando la identificación y la medición del valor, y haciéndola al mismo tiempo aún más necesaria.
Pues bien, ninguno de estos autores, ni siquiera Marx, que fue el más profundo y concienzudo de todos ellos, se esforzó por presentar una fundamentación sólida y exhaustiva del axioma enunciado del trabajo como única fuente del valor. De hecho, Marx podía permitirse despreciar como vulgares a todos los pretendidos economistas que no basaban su análisis en un método científico que, para empezar, definiera con precisión la sustancia a estudiar, y estableciera la metodología precisa para su medición.

Y resulta que, hoy en día, la corriente principal, el pensamiento único en economía, está constituida por esos economistas vulgares. Hoy en día se acepta que las mercancías valen lo que el comprador está dispuesto a pagar por ellas. La única base es una "sustancia" sicológica: la utilidad. Es decir, no es que no exista el valor, pero ni se lo conoce ni se puede medir, cosa que por otra parte resultaría inútil por tratarse de una cuestión sicológica que puede cambiar tan rápido como un capricho, una moda o una histeria, individual o colectiva. Simplemente se supone que está ahí.

Esto, evidentemente, es una tomadura de pelo.
No obstante, es la doctrina imperante en economía, y derrocar esa doctrina exige no sólo señalar sus defectos sino proponer una bien fundamentada alternativa (bueno, y algunas cosas más). De este modo, ahora nos vemos en la tesitura de elaborar un fundamento que aquellos gigantes del pensamiento económico no nos legaron, probablemente por considerarlo una obviedad.

post scriptum:
Desarrollo ulterior y conclusión aquí.

lunes, 8 de agosto de 2011

MAFO, erre que erre

Hasta hace poco, los palmeros del capital en españa cantaban a la productividad y a las "políticas activas de empleo", es decir, formación de los trabajadores, como solución a nuestro paro endémico. Han estado mintiendo al intentar convencernos de que si nuestro problema es que hay mucho camarero y albañil y poco ingeniero y diseñador, la solución es que los trabajadores en paro se saquen su título superior. Hay que tener morro. No he visto por ninguna parte que junto a esta simpleza hayan sacado las estadísticas que muestran que haya puestos vacantes para técnicos superiores.
Si pretenden que por el simple hecho de que los jóvenes tengan un título de ingeniero en lugar de la educación básica, todos van a tener salarios de ingeniero, ¿porqué no ser un poco más ambicioso, a la vista de lo barato de la receta, y promover que todos los españoles seamos presidentes del consejo de administrador de alguna multinacional? ¡Así sí que seremos todos millonarios inmediatamente!

Bueno, pues ahora ven la botella medio vacía y uno de los más sinvergüenzas entre los apologetas, el gobernador del banco de españa Miguel Ángel Fernández Ordóñez (conocido como MAFO) dice en el boletín trimestral del BdE (ver aquí) que
"el declive del trabajo cualificado se debe a la falta de incentivos salariales para formarse".

La idea es que no hay suficiente desigualdad salarial, y la culpa es de las instituciones laborales y de los salarios mínimos:
"diversas instituciones laborales, así como medidas de política económica, como la estructura de la negociación colectiva o el salario mínimo, podrían contribuir a comprimir los diferenciales salariales".

Resumen: hay que incentivar (cuando oigais esta palabra, trabajadores del mundo: tentaos los bolsillos) la formación fomentando las diferencias salariales. ¿Cómo? ¿Elevando los salarios de los trabajadores cualificados para asimilarlos a los de nuestros vecinos del norte? ¡Nooooo! Por supuesto que no: Deprimiendo, aún más, los salarios de los no cualificados, para acercarlos a los de nuestros vecinos del sur.

Erre que erre. Cuando la cosa va bien, hay que reducir salarios e impuestos, y cuando va mal, hay que reducir impuestos y salarios.
¡Y ENCIMA NOS LO EXPLICAN!

miércoles, 3 de agosto de 2011

la tormenta perfecta

Seguimos con los ataques al euro, a la deuda soberana de la europa periférica y, por supuesto, a los trabajadores
Aquí hay mucho de plan concertado para mantener al dólar en el machito, y actualmente eso pasa por cargarse la alternativa que pueda suponer el euro, o al menos atacarle para intentarlo.
Esto, que es relativamente nuevo, se consigue con las mismas viejas palancas que se han usado desde que el capitalismo es capitalismo: especulando o, para llamar las cosas por su nombre, manipulando los precios "de mercado" para forrarse.
Y por si fuera poco, de paso, se le llama "prima de riesgo" a lo que solamente es un atraco a mano armada de los manipuladores de los mercados, y se asevera (sin ninguna prueba, puesto que es mentira) que lo que hay que hacer es seguir cargándose las conquistas de los trabajadores. Es decir bajarle al capital las nóminas y los impuestos. Pura y dura lucha de clases.
Y es por esta vía por donde los gringos encuentran un inesperado aliado en su ataque al euro como alternativa al dólar: la Sra. Merkel, que olvida sus obligaciones como mandataria alemana-europea, y actúa únicamente como abanderada de los capitalistas.
Junto con toda la cohorte de economistas, tertulianos, enteraos, tanto los declaradamente conservadores o liberales, como nuestros socialdemócratas (madre mía, si Lenin levantara la cabeza...), esta señora mantiene -porque es la que manda- al Banco Central Europeo en una posición de "ortodoxia monetaria" intentando preservar no se sabe bien qué, cuando todo está perdido, en lugar de obligarle a que cumpla con su obligación y ponga a raya a los manipuladores COMPRANDO DEUDA SOBERANA DEPRECIADA YA!!!

viernes, 29 de julio de 2011

la cosa está muy mal...

Es alucinante lo que me encuentro en eleconomista.es respecto a la posible crisis de la deuda americana:
Resulta que, como siempre, los políticos más conservadores tratan, a toda costa, de rebajar los impuestos, al menos para los más ricos. Por supuesto, esto no es lo extraño. Es lo de siempre.
Pero dice también que hay un supuesto grupo de millonarios, los millonarios patrióticos (buscad en google "patriotic millionaires" y veréis que han armado bastante jaleo), integrado por ciudadanos americanos con unos ingresos anuales de al menos 1.000.000 USD, que PIDEN AL GOBIERNO, CONGRESO Y SENADO QUE LES SUBAN LOS IMPUESTOS!
Sí, eso, que les suban los impuestos.
Salvo que se trate de una broma (admito que es bastante divertido), si los millonarios dan un paso al frente es porque ven la cosa muy mal, y se supone que ellos deberían ser los verdaderamente bien informados. Pero el artículo deja bien claro que los republicanos, o al menos su fracción del tea party, no están dispuestos a escucharles.
En contraste con esto, los ultraconservadores (allí tea party, aquí ya sabemos quienes) no serían sino fundamentalistas descabezados que tendrían a su clientela electoral, más que en estos millonarios (que no pueden ser muy numerosos), en profesionales liberales, pequeños burgueses y clases medias, convencidos de que si nadie pagara impuestos directos sería muy buen negocio para ellos.
A pesar de estas payasadas, debe tenerse en cuenta la explicación de Dean Baker en el blog de la Real World Economics Review según la cual toda esta "batalla sin sentido por el techo del gasto" no sería sino una "elaborada farsa que está amenazando los programas de bienestar social más importantes del país". Esto sí me suena y sí me lo creo.

Por cierto, respecto a los supuestos patriotic millionaires, lo primero que aparece en la primera línea de su página web es un "DONATE TODAY". Sin comentarios.

P.S. Pues no sé si sería broma, pero los alemanes se apuntan según rtve

miércoles, 13 de julio de 2011

la prima y su madre

La prima de riesgo. Prima de riesgo. Bueno, o el riesgo país... Vaya, vaya, vaya...
"Prima de riesgo" tiene esta tarde aproximadamente 16 millones de entradas en google, muchas de ellas noticias calentitas de última hora. Es el tema del momento. Sobre "riesgo país" hay aproximadamente 14 millones de resultados.
En wikipedia en español, el artículo sobre riesgo país lo define como "un nivel de riesgo específico para las inversiones que se realizan en él". Este es un artículo enfocado a las calificaciones de las agencias de rating (Moodys, Standard&Poors).
En la edición web del diario de mayor tirada en España, El País, han colgado un artículo divulgativo: ¿Qué es la prima de riesgo y cómo funciona? La definen como "el sobreprecio que exigen los inversores por comprar la deuda de un país frente a la alemana, cuyo precio es el que se utiliza como base o referencia". A continuación se mojan más: "en términos generales se puede traducir por cuánto dinero es necesario para que los compradores dejen de lado sus temores y olviden el riesgo que conlleva entrar en la deuda de los países señalados por los problemas arriba mencionados de déficit o escaso crecimiento."
En la página mimi.hu se encuentran definiciones de otros muchos diccionarios on-line, todas ellas mças o menos coincidentes: "diferencial de tipos de interés de la deuda de un país con respecto a otro". En otros casos se añade alguna precisión: "diferencia entre la tasa requerida de rendimiento sobre un activo arriesgado y específico y la tasa de rendimiento sobre un activo libre de riesgos, con la misma vida esperada".
Así pues, el que el Gobierno griego o el español tengan que pagar más por la deuda pública que el Gobierno alemán se debe al riesgo de impago. Además, ese riesgo es de fácil cuantificación, y su seguimiento puede hacerse al minuto en el mercado secundario.
El corolario, lógicamente, es que siendo la enfermedad una cuestión de riesgo el tratamiento es aumentar la confianza. La confianza del capital que invierte en deuda pública, naturalmente. Para parados, futuros parados, pensionistas, futuros pensionistas -ya veremos-, funcionarios o amigos de la democracia no hay cuestión. Por lo tanto, la receta de nuestros doctores es liquidar estados del bienestar y cualesquiera conquistas laborales, y adentrarnos en el siglo XXI volviendo lo antes posible al XIX.
Y esta es LA MADRE DEL CORDERO.
Ya tenemos planteado el asunto. Y sobre este asunto va precisamente este blog: sobre las mentiras que nos hacen tragar cada día.
Porque ¿QUIÉN DICE QUE ESO SEA UNA PRIMA DE RIESGO?
Lo que llaman "prima de riesgo" cada día en los medios es el diferencial de tipos de interés entre la deuda de un país y la de Alemania, que se considera de riesgo cero por convención. Viene al caso comentar que en las páginas citadas antes que se refieren más bien al riesgo país, como wikipedia en español se toma como valor seguro la deuda americana, lo cual se vería contradicho por las últimas noticias.
A ese diferencial, el pensamiento único le ha puesto el nombre de prima de riesgo, y ya no hay discusión. Lo oigo miles de veces cada día las últimas semanas, repetido en todos los medios. Y como hay gente que dice que no lo entiende, en El País te lo explican.
Pues bien, si en el mercado se fijan las rentabilidades según la oferta y la demanda, sin entrar aquí en los condicionantes de la una y la otra, parece que ahora el capital recibe un 18% anual por comprar deuda griega y casi un 6% por la española, pero no conozco ni una sola demostración de que lo que está ocurriendo sea un miedo a no recuperar el dinero invertido, en lugar de ataques especulativos en toda regla. Una simple y pura MANIPULACIÓN DE LOS PRECIOS para sacar una buena tajada, que no sería la primera vez. Pero en esta ocasión con toda la pinta de un desesperado intento de impedir que el euro ponga en peligro la posición del dólar como moneda de reserva mundial hegemónica e indiscutida.
No pretendo traer aquí pruebas de ello. Por que son los que sostienen que los dinerales que se están pagando son una prima de RIESGO los que deberían probarlo. O intentarlo, al menos.
El pensamiento único hace mucho tiempo que ni se molesta en demostrar sus afirmaciones. Tienen muy comprobado que es mucho más rentable repetir, repetir, machacar, erre que erre, todas sus mentiras. E inevitablemente se convierten en verdades. Más que en verdades, en definiciones, con lo cual se excluye no ya la necesidad, sino incluso la posibilidad de demostrarlas.
Pues eso, para la PRIMA y para SU MADRE de ella, y SU MADRE de ellos, los especuladores, y los apologetas conscientes e inconscientes del capital: una enorme pedorreta.
Por cierto, en el curso de esta mini-investigación he encontrado unas declaraciones de Felipe González con las que estoy de acuerdo: basta ya de fanatismos monetaristas y que el Banco Central Europeo se ponga al servicio de quien les paga, y que se ponga a comprar deuda pública. Y estar de acuerdo con el ex-presidente no solo me sorprende, sino que me alegra, porque no soy ningún fanático maniqueista.
Y otra cosa: muy recomendables los comentarios de un tal "ARGENTINO" al artículo citado de El País: viene a decir "europeitos, no seais idiotas. En Argentina desde que dejamos de tragar con los mercados y con el FMI y dejamos de pagar la deuda nos va infinitamente mejor". A ver si espabilamos.



[PS: actualizaciones en la prima ya no es de riesgo]

lunes, 13 de junio de 2011

macro: valor y tiempo (y III). Producto bruto

Por respeto a la palabra dada, concluyo aquí la mini-serie dedicada a los flujogramas de flujo de la "renta", pero en el proceso he podido darme cuenta de sus posibilidades (y de ciertas afirmaciones que hago que son más que discutibles), con lo que me he decidido que merece la pena volver a empezar con otras bases. En este sentido, el proyecto ha tenido éxito, puesto que me ha resultado extremadamente útil en mi camino a la comprensión del contenido y método de la "ciencia económica / economía política / socialismo científico".

Lo que tenía planeado como cierre de la serie era considerar en detalle la actividad de "producción", contenida en las cajas del lado izquierdo en las figuras 2 y 4, de forma paralela a lo que se hizo en el anterior post con las actividades de los "hogares" (arrendamiento de "factores productivos" por un lado y "consumo" e "inversión" por otro).
Como paso previo se incluye en la figura 5 algo que está implícito en todos los gráficos anteriores: la obtención del producto neto exige un número de pasos intermedios: los consumos intermedios, o producción cuyo destino es una ulterior producción.
Fig. 5: Consumos intermedios

La división social del trabajo incrementa la importancia y volumen de estos consumos intermedios, que en la economía política clásica eran observados con atención. Con (numerosas!) salvedades, podría decirse que las actividades de producción que dan lugar a los consumos intermedios, (él incluiría aquí la parte del producto neto que llamamos inversión) son las consideradas por Adam Smith como "trabajo productivo", por oposición al "trabajo improductivo" constituido por las conveniences and ammenities, es decir, el consumo.

Una vez constatada la existencia de los consumos intermedios podemos analizar el detalle abriendo la caja etiquetada "producción" como hacemos en la siguiente figura:
Fig. 6: industrias básicas y no básicas

Este nuevo esquema hace aparecer el producto bruto, del que una parte es el producto neto, que a su vez constituye el disponible social para las actividades de consumo e inversión.
A su vez, esto refuerza el carácter dinámico del esquema, puesto que los caminos de realimentación de los flujos económicos, que antes vimos con la inversión, ahora se refuerzan con la aparición de los consumos intermedios.
La denominación de industrias "básicas" y "no-básicas" corresponde al sistema Sraffiano de Producción de mercancías por medio de mercancías, que puede aplicarse aquí.

Pido disculpas por el fin un tanto abrupto de esta serie de posts, pero como dije antes esto servirá para depurarla y mostrarla mejorada en un futuro próximo (esperemos).

lunes, 6 de junio de 2011

macro: valor y tiempo (II). El flujo lineal de Samuelson

Esta es la segunda entrega del tema iniciado en otro post.
Continuamos analizando el popular esquema de Samuelson sobre el flujo, supuestamente circular, de la "renta" en el punto donde lo dejamos: habíamos constatado una separación entre las funciones económicas que tenían lugar en la caja de la derecha, asignada a los "hogares" en general, ya que la economía neoclásica no ve clases por ninguna parte.
Esa separación se manifestaba gráficamente en una línea horizontal que partía la caja en 2. Por tanto, ya no teníamos unos "agentes" -los hogares- sino unas funciones que éstos desarrollan: por una parte el arrendamiento de los servicios productivos de los "factores de producción" de los que los hogares son propietarios, y por otra parte el consumo de los bienes y servicios producidos por los otros "agentes": las industrias. También en la caja del lado izquierdo había un sutil cambio, porque ya no podíamos hablar de esos "agentes industrias" sino de su función: la producción. Sólo así puede tener algún sentido la consideración de que todos los "factores de producción" se poseen por los hogares y son alquilados a las industrias en cada simple acto de producción, asignándose así los ingresos correspondientes directamente a los hogares, sin mediación de las industrias.
Sólo con esto ya podemos ver que el flujo en realidad no es circular, como se aprecia en la figura 3:
Fig. 3: El flujo lineal de Samuelson

En este esquema ya no hay un círculo, sino una línea de tiempo que transcurre desde arriba hacia abajo, y que pone de manifiesto una característica de la economía neoclásica: el vínculo que cerraría el ciclo uniendo el consumo a la sucesiva cesión de los factores de producción de los hogares para realizar de nuevo las funciones de producción requiere añadir nuevos supuestos de comportamiento. Aquí es precisamente donde podemos empezar a encontrar diferencias entre keynesianos y equilibristas [denomino así a los teóricos del equilibrio económico, porque además de ser partidarios del mismo, tanto en sus análisis positivos como en sus recetas normativas, sus esfuerzos por mantener la coherencia interna de su teoría y, al mismo tiempo, el más mínimo parecido con la realidad que se trata de explicar son dignos del mejor funambulista] partidarios de la ley de Say [hay equilibristas en otras escuelas del pensamiento económico, incluso entre los marxistas. En realidad los keynesianos son también, a su manera, equilibristas, pero no tan radicales].
Por lo tanto, no es necesario descender de ese máximo nivel de abstracción para desmontar el carácter supuestamente circular del esquema.

Pero este sólo es el comienzo de la película: debemos ahora descender un paso en ese nivel de abstracción, aunque sólo sea para considerar la existencia de la inversión en la economía.
En efecto, independientemente de la importancia que se le quiera dar a las actividades de consumo final (las ammenities and conveniences de Smith), en la economía hay otro destino para el producto neto, la inversión, que no vamos a definir aquí, pero consiste en bienes y servicios cuyo destino es servir como insumos para la producción de otros bienes y servicios. Estos son los bienes básicos de la Producción de mercancías por medio de mercancías de Sraffa, o el consumo intermedio en la contabilidad nacional.
Aunque es común que a nivel introductorio se equipare con la formación de capital fijo, esto en ningún caso es correcto a ningún nivel de abstracción, puesto que una parte importante de la inversión consiste en mercancías en distinto grado de terminación, que con algunas reservas podemos equiparar con el capital circulante.
No obstante, esto tampoco es casual, sino que es obligado por la atención exclusiva neoclásica en el producto neto, sin considerar el producto bruto. Antes de analizarlo debe prevenirse al lector para que no confunda esta distinción con la existente entre las magnitudes brutas y netas de contabilidad nacional (por ejemplo entre PIB y PNB), cuya diferencia consiste únicamente en el consumo de capital fijo.
El producto bruto (valor producido total), fundamental en toda la economía política clásica, incluye el producto neto más todo el consumo intermedio, mientras que el producto neto (valor añadido total=ingreso total) es, en este nivel de abstracción, la suma del consumo y la inversión. A su vez, la inversión es la suma de la formación de capital fijo y la variación del capital circulante. Si se consideran equivalentes los aumentos y las disminuciones de existencias de capital circulante (y en un marco de equilibrio estático no tenemos otra posibilidad!) pueden dejarse al margen, y tomar en cuenta únicamente la inversión en capital fijo.
Por otro lado, con ello tenemos ya una diferenciación entre "factores de producción" que son, a su vez, producidos (capital) y otros que no (trabajo y tierra).

Pues bien, para incluir las actividades de inversión deberemos refinar nuestro esquema como se muestra en la figura 4:
Fig. 4: El producto neto

En este esquema vemos más de cerca la flecha "B" rotulada "demanda final" y apreciamos que incluye los dos componentes mencionados: consumo e inversión.
Este esquema ahora sí se convierte en circular, al menos parcialmente, gracias a la realimentación de la inversión sobre la producción, y de esta última sobre la primera. Esto introduce un carácter dinámico en el minimodelo, donde encaja el modelo del acelerador típicamente keynesiano-kaleckiano. No obstante, como también puede apreciarse, se mantiene el carácter de autopista unidireccional que va de los factores productivos hasta el consumo final. ¿Cómo se combinan ese elemento dinámico endógeno con los elementos exógenos de los "factores de producción", resultando finalmente en la variable dependiente "consumo final"? La respuesta es: se combinan mal. Hay dos tipos de modelos dinámicos que utilizan este esquema: los de equilibrio (Kaldor) que incluyen supuestos incompatibles con la realidad, y los de desequilibrio o del "equilibrio en el filo de la navaja" (Harrod-Domar) que pronostican serios problemas para el crecimiento económico capitalista.

En una próxima entrega trataremos de analizar en detalle la actividad de producción, lo que dará entrada en escena al método de análisis de la economía política clásica.

viernes, 3 de junio de 2011

macro: valor y tiempo (I). Las trampas de los flujogramas

Estoy enredado desde hace tiempo con los esquemas de reproducción, simple y ampliada, el trabajo productivo e improductivo y la medición del producto. Esto, además de ser imprescindible para cualquier intento de evaluación empírica de la macroeconomía, lo necesito para intentar buscar las raíces de mis dudas e insatisfacciones con la teoría económica. Ni que decir tiene que la economía neoclásica huele por los cuatro costados; aún así hay que rebatirla con argumentos. Pero es que la economía marxista está plagada de autores que se contradicen y rebaten, con argumentos.
Desde la convicción de que no hay 'teorías ciertas', me sigo empeñando en saber al menos cuales son las teorías útiles. Esa utilidad la enfoco mucho más desde el punto de vista científico -útil para comprender el mundo y predecir el sentido de su movimiento- que desde el preferido por el abuelo Marx, el de favorecer el cambio hacia un mundo mejor. Para cambiar el mundo es bueno saber a donde lleva cada camino.

Pues bien, en este camino algunos de mis intentos consisten en dibujar el funcionamiento de la economía. Voy a dividir la exposición en varios artículos, para que ninguno de ellos quede demasiado largo. En este que inaugura la serie analizaré el "flujo circular de la renta" que aparece en todos los manuales de introducción a la macroeconomía.

El esquema del falsamente conocido como 'flujo circular de la renta' de Samuelson puede dibujarse más o menos así:

Fig.1: Samuelson, por "agentes"

En la figura 1, tenemos una descripción de un modelo muy simple -digamos muy abstracto- de economía: por una parte existen unos hogares, agrupados en la caja de la derecha, que se dedican a consumir bienes y servicios y a poner a disposición de las industrias los servicios productivos de los factores de producción de los que son poseedores -los alquilan-. Por otra parte hay unas industrias, agrupadas en la caja de la izquierda, dedicadas a emplear esos servicios productivos precisamente para producir bienes y servicios.

Debe notarse, aunque aquí no entraremos en las consecuencias que ello tiene, que en esta sociedad -la economía es un aspecto de toda sociedad- sólo hay "agentes" indiferenciados. No hay rastro de capitalistas ni de trabajadores, no hay rentistas, banqueros, especuladores ni soberanos, y por ello no se puede diferenciar entre distintos comportamientos. En este mundo sólo hay homo economicus.

Las flechas indican un flujo real de, digamos, objetos económicos. El llamarle real significa oponerlo al adjetivo monetario, o a hablar de un flujo de valor. Para entenderlo suele ser útil abandonar los términos neoclásicos (vulgares, que diría Marx) y utilizar las categorías Marxistas: las flechas representan valores de uso. Bajo esos flujos reales o flujos de valores de uso hay implícitos otros flujos de igual magnitud y sentido contrario: los pagos monetarios como contraprestación a los valores de uso recibidos.
No obstante, ya desde aquí tenemos trampas, puesto que en realidad esos flujos implícitos que no se ven cuentan tanto, si no más, que los que se muestran en la figura. Y son los que cuentan en realidad porque tanto para la observación científica de la economía como para el propio comportamiento económico de los agentes implicados, el valor -que de momento no definiremos con precisión- de esas corrientes es al menos tan importante como el propio contenido físico de los bienes o servicios implicados. En dos palabras: a menudo es más importante que el importe de las ventas ha sido de 1.000 que el que consistieran en manzanas, mesas o viajes al Caribe.
Ya desde el principio se puede apreciar esto, al llegar al resultado de nuestra inspección del funcionamiento económico de esta sociedad: la medición de toda la actividad económica de esta economía se resume en la suma del importe de todas las compraventas de bienes y servicios de las industrias a los hogares. De hecho, el fin último declarado del sistema económico, su función, es la provisión de bienes y servicios a los agentes que componen la sociedad para su consumo. Esa suma es el producto neto. En futuros artículos volveremos sobre esto, para compararlo con el producto bruto.
Y en este punto la valoración de los objetos económicos ya no es sólo importante: es imprescindible, puesto que esos objetos de los que se compone la corriente real son manzanas, mesas, viajes al Caribe e innumerables otros objetos, que evidentemente no se pueden sumar, puesto que sus propias medidas (unidades, metros, litros, kW,....) son incompatibles.
Volviendo sobre el fin último del sistema económico, cambiando simplemente el nombre que hemos puesto en las cajas podemos identificar las funciones principales de los "sectores", como se hace en la figura 2: los hogares se ocupan en última instancia de consumir, mientras que las industrias se ocupan de producir lo que consumen los hogares.
Fig.2: Samuelson, por "funciones"

No obstante, incluso a este máximo nivel de abstracción, debe introducirse un matiz, sin adelantar lo que será materia de un próximo artículo: los hogares también cumplen una función de arrendamiento a las industrias de los factores de producción que poseen. En todo caso, desde ya vemos que lo que era una sola caja "hogares" ha quedado partida en dos.
El distinguir funciones en lugar de agentes ya nos permite introducir categorías económicas en lugar de objetos tal y como los percibimos en la práctica. Las categorías, junto con la medición, son las patas sobre las que se sostiene el análisis científico.
Así, ahora ya no hablaremos de un flujo de valores de uso -bienes y servicios- producidos por las industrias y vendidos a los hogares para su consumo, sino de demanda final. A este nivel de máxima abstracción el producto neto es igual a la demanda final, que a su vez es igual al consumo de los hogares.
Por otro lado, podemos abordar ya la corriente de la parte de abajo del esquema, que corresponde a los servicios de los factores de producción, que ahora sólo enumeramos: trabajo, capital y recursos no producidos -recursos naturales o tierra en la época de los clasicos-. El delicado asunto de los recursos producidos pero que no necesitan o no admiten reproducción -propiedad intelectual, gran parte de las infraestructuras- también se deberá analizar en otro lugar.
Del mismo modo que la corriente de bienes y servicios, los servicios de los factores productivos se califican por su valor, lo que permite agregarlos, y el resultado es el ingreso total de la economía. Es el ingreso total en un doble sentido: es la suma de los ingresos monetarios de los hogares (casi una magnitud micro), y es lo que permite a la sociedad producir, es decir disponer de, los bienes y servicios que se pretende consumir. A la inversa, la demanda final es el gasto total, también en el doble sentido de suma de los desembolsos de dinero de los hogares (nivel micro, aspecto monetario) y de suma de consumo-empleo-desaparición de los bienes y servicios por destinarse a su uso final (nivel macro, aspecto real).
Ambas magnitudes, ingreso total y gasto total son iguales a este nivel, sí y solo sí se introduce una suposición: que todo el ingreso se destina al gasto. Y, como veremos, la validez de esta suposición tiene mucho que ver con la raya que hemos dibujado partiendo en dos la caja de la derecha. En esta economía tan simple el único destino posible del ingreso es el consumo, pero aún así las decisiones de ingreso y las de gasto ya están separadas y nada, salvo adicionales reglas de comportamiento cuya validez debería demostrarse, garantiza que concuerden. Cuando, además, introduzcamos el gasto en inversión y, necesariamente, el tiempo, advertiremos que lo que sería un auténtico milagro sería que en realidad coincidieran.

Por último nos queda analizar el papel del tiempo en el esquema.
El movimiento requiere, implica, tiempo. Las flechas del esquema indican movimiento, y por ello mismo indican el transcurso del tiempo. Las variables que contienen la medición de esos movimientos son por ello variables flujo.
No obstante, la economía neoclásica emplea un aparato matemático llamado "equilibrio general" que necesita hacer abstracción del transcurso del tiempo para poder cuadrar los números. Lamentablemente, también la mayoría de la economía heterodoxa, sea postkeynesiana, neorricardiana o incluso marxista, emplea este mismo enfoque. La eliminación del tiempo se hace bajo la premisa de que en cada periodo de tiempo el desempeño económico es igual que en el periodo anterior.
Esto se llama reproducción simple en El Capital, y es empleado por Marx como una abstracción instrumental de la realidad para identificar determinadas relaciones, y una vez conseguido este objetivo se desprende del supuesto restrictivo para acercarse más a la realidad, contemplando la reproducción ampliada, es decir, el movimiento de la economía con el transcurrir del tiempo.
A diferencia del enfoque dinámico de Marx, el equilibrio general no puede desprenderse del supuesto de reproducción simple, puesto que depende de él para sostenerse. De este modo, es un enfoque estático cuya única posibilidad para contemplar el movimiento es la estática comparativa, o comparación de 2 estados diferentes de equilibrio estático. El equilibrio estático consiste en la inexistencia del transcurso del tiempo o, lo que es equivalente, la inexistencia de movimiento con el transcurso del tiempo. Por ello, cualquier comparación entre varios estados diferentes de equilibrio estático tendrán el valor que se le quiera dar, pero nunca un sentido de "cambio" o "movimiento", que está descartado por definición.

Desde este punto de partida se pueden tomar dos caminos:
  1. Considerar con más detalle qué actividades de relevancia económica se producen en el sector de hogares, a saber, actividades de consumo y actividades de inversión, junto con la provisión a las industrias de los servicios de los factores productivos que poseen. Al descender a este nivel ya podemos vislumbrar porqué el carácter supuestamente circular del esquema de Samuelson en realidad no lo es. Como lo calificó un autor que no recuerdo, se trata más bien de una autopista de una sola dirección desde los factores de producción hasta los bienes de consumo.
    Este será el objeto de la siguiente entrega de la serie.
  2. Disminuir el nivel de abstracción del otro lado, el de las industrias, para analizar con más detalle qué tipos de producción se realizan, desde el punto de vista de su destino, permitiendo identificar la distinción sraffiana entre bienes básicos y no básicos, que resucita la distinción clásica (Smith) entre trabajo productivo e improductivo [la distinción Marxiana tiene una raíz radicalmente diferente]. Así mismo, estudiaremos la forma de recoger el transcurso del tiempo en los esquemas, única manera de poder acercarse al movimiento de la economía y, en definitiva, al mundo real.