viernes, 3 de junio de 2011

macro: valor y tiempo (I). Las trampas de los flujogramas

Estoy enredado desde hace tiempo con los esquemas de reproducción, simple y ampliada, el trabajo productivo e improductivo y la medición del producto. Esto, además de ser imprescindible para cualquier intento de evaluación empírica de la macroeconomía, lo necesito para intentar buscar las raíces de mis dudas e insatisfacciones con la teoría económica. Ni que decir tiene que la economía neoclásica huele por los cuatro costados; aún así hay que rebatirla con argumentos. Pero es que la economía marxista está plagada de autores que se contradicen y rebaten, con argumentos.
Desde la convicción de que no hay 'teorías ciertas', me sigo empeñando en saber al menos cuales son las teorías útiles. Esa utilidad la enfoco mucho más desde el punto de vista científico -útil para comprender el mundo y predecir el sentido de su movimiento- que desde el preferido por el abuelo Marx, el de favorecer el cambio hacia un mundo mejor. Para cambiar el mundo es bueno saber a donde lleva cada camino.

Pues bien, en este camino algunos de mis intentos consisten en dibujar el funcionamiento de la economía. Voy a dividir la exposición en varios artículos, para que ninguno de ellos quede demasiado largo. En este que inaugura la serie analizaré el "flujo circular de la renta" que aparece en todos los manuales de introducción a la macroeconomía.

El esquema del falsamente conocido como 'flujo circular de la renta' de Samuelson puede dibujarse más o menos así:

Fig.1: Samuelson, por "agentes"

En la figura 1, tenemos una descripción de un modelo muy simple -digamos muy abstracto- de economía: por una parte existen unos hogares, agrupados en la caja de la derecha, que se dedican a consumir bienes y servicios y a poner a disposición de las industrias los servicios productivos de los factores de producción de los que son poseedores -los alquilan-. Por otra parte hay unas industrias, agrupadas en la caja de la izquierda, dedicadas a emplear esos servicios productivos precisamente para producir bienes y servicios.

Debe notarse, aunque aquí no entraremos en las consecuencias que ello tiene, que en esta sociedad -la economía es un aspecto de toda sociedad- sólo hay "agentes" indiferenciados. No hay rastro de capitalistas ni de trabajadores, no hay rentistas, banqueros, especuladores ni soberanos, y por ello no se puede diferenciar entre distintos comportamientos. En este mundo sólo hay homo economicus.

Las flechas indican un flujo real de, digamos, objetos económicos. El llamarle real significa oponerlo al adjetivo monetario, o a hablar de un flujo de valor. Para entenderlo suele ser útil abandonar los términos neoclásicos (vulgares, que diría Marx) y utilizar las categorías Marxistas: las flechas representan valores de uso. Bajo esos flujos reales o flujos de valores de uso hay implícitos otros flujos de igual magnitud y sentido contrario: los pagos monetarios como contraprestación a los valores de uso recibidos.
No obstante, ya desde aquí tenemos trampas, puesto que en realidad esos flujos implícitos que no se ven cuentan tanto, si no más, que los que se muestran en la figura. Y son los que cuentan en realidad porque tanto para la observación científica de la economía como para el propio comportamiento económico de los agentes implicados, el valor -que de momento no definiremos con precisión- de esas corrientes es al menos tan importante como el propio contenido físico de los bienes o servicios implicados. En dos palabras: a menudo es más importante que el importe de las ventas ha sido de 1.000 que el que consistieran en manzanas, mesas o viajes al Caribe.
Ya desde el principio se puede apreciar esto, al llegar al resultado de nuestra inspección del funcionamiento económico de esta sociedad: la medición de toda la actividad económica de esta economía se resume en la suma del importe de todas las compraventas de bienes y servicios de las industrias a los hogares. De hecho, el fin último declarado del sistema económico, su función, es la provisión de bienes y servicios a los agentes que componen la sociedad para su consumo. Esa suma es el producto neto. En futuros artículos volveremos sobre esto, para compararlo con el producto bruto.
Y en este punto la valoración de los objetos económicos ya no es sólo importante: es imprescindible, puesto que esos objetos de los que se compone la corriente real son manzanas, mesas, viajes al Caribe e innumerables otros objetos, que evidentemente no se pueden sumar, puesto que sus propias medidas (unidades, metros, litros, kW,....) son incompatibles.
Volviendo sobre el fin último del sistema económico, cambiando simplemente el nombre que hemos puesto en las cajas podemos identificar las funciones principales de los "sectores", como se hace en la figura 2: los hogares se ocupan en última instancia de consumir, mientras que las industrias se ocupan de producir lo que consumen los hogares.
Fig.2: Samuelson, por "funciones"

No obstante, incluso a este máximo nivel de abstracción, debe introducirse un matiz, sin adelantar lo que será materia de un próximo artículo: los hogares también cumplen una función de arrendamiento a las industrias de los factores de producción que poseen. En todo caso, desde ya vemos que lo que era una sola caja "hogares" ha quedado partida en dos.
El distinguir funciones en lugar de agentes ya nos permite introducir categorías económicas en lugar de objetos tal y como los percibimos en la práctica. Las categorías, junto con la medición, son las patas sobre las que se sostiene el análisis científico.
Así, ahora ya no hablaremos de un flujo de valores de uso -bienes y servicios- producidos por las industrias y vendidos a los hogares para su consumo, sino de demanda final. A este nivel de máxima abstracción el producto neto es igual a la demanda final, que a su vez es igual al consumo de los hogares.
Por otro lado, podemos abordar ya la corriente de la parte de abajo del esquema, que corresponde a los servicios de los factores de producción, que ahora sólo enumeramos: trabajo, capital y recursos no producidos -recursos naturales o tierra en la época de los clasicos-. El delicado asunto de los recursos producidos pero que no necesitan o no admiten reproducción -propiedad intelectual, gran parte de las infraestructuras- también se deberá analizar en otro lugar.
Del mismo modo que la corriente de bienes y servicios, los servicios de los factores productivos se califican por su valor, lo que permite agregarlos, y el resultado es el ingreso total de la economía. Es el ingreso total en un doble sentido: es la suma de los ingresos monetarios de los hogares (casi una magnitud micro), y es lo que permite a la sociedad producir, es decir disponer de, los bienes y servicios que se pretende consumir. A la inversa, la demanda final es el gasto total, también en el doble sentido de suma de los desembolsos de dinero de los hogares (nivel micro, aspecto monetario) y de suma de consumo-empleo-desaparición de los bienes y servicios por destinarse a su uso final (nivel macro, aspecto real).
Ambas magnitudes, ingreso total y gasto total son iguales a este nivel, sí y solo sí se introduce una suposición: que todo el ingreso se destina al gasto. Y, como veremos, la validez de esta suposición tiene mucho que ver con la raya que hemos dibujado partiendo en dos la caja de la derecha. En esta economía tan simple el único destino posible del ingreso es el consumo, pero aún así las decisiones de ingreso y las de gasto ya están separadas y nada, salvo adicionales reglas de comportamiento cuya validez debería demostrarse, garantiza que concuerden. Cuando, además, introduzcamos el gasto en inversión y, necesariamente, el tiempo, advertiremos que lo que sería un auténtico milagro sería que en realidad coincidieran.

Por último nos queda analizar el papel del tiempo en el esquema.
El movimiento requiere, implica, tiempo. Las flechas del esquema indican movimiento, y por ello mismo indican el transcurso del tiempo. Las variables que contienen la medición de esos movimientos son por ello variables flujo.
No obstante, la economía neoclásica emplea un aparato matemático llamado "equilibrio general" que necesita hacer abstracción del transcurso del tiempo para poder cuadrar los números. Lamentablemente, también la mayoría de la economía heterodoxa, sea postkeynesiana, neorricardiana o incluso marxista, emplea este mismo enfoque. La eliminación del tiempo se hace bajo la premisa de que en cada periodo de tiempo el desempeño económico es igual que en el periodo anterior.
Esto se llama reproducción simple en El Capital, y es empleado por Marx como una abstracción instrumental de la realidad para identificar determinadas relaciones, y una vez conseguido este objetivo se desprende del supuesto restrictivo para acercarse más a la realidad, contemplando la reproducción ampliada, es decir, el movimiento de la economía con el transcurrir del tiempo.
A diferencia del enfoque dinámico de Marx, el equilibrio general no puede desprenderse del supuesto de reproducción simple, puesto que depende de él para sostenerse. De este modo, es un enfoque estático cuya única posibilidad para contemplar el movimiento es la estática comparativa, o comparación de 2 estados diferentes de equilibrio estático. El equilibrio estático consiste en la inexistencia del transcurso del tiempo o, lo que es equivalente, la inexistencia de movimiento con el transcurso del tiempo. Por ello, cualquier comparación entre varios estados diferentes de equilibrio estático tendrán el valor que se le quiera dar, pero nunca un sentido de "cambio" o "movimiento", que está descartado por definición.

Desde este punto de partida se pueden tomar dos caminos:
  1. Considerar con más detalle qué actividades de relevancia económica se producen en el sector de hogares, a saber, actividades de consumo y actividades de inversión, junto con la provisión a las industrias de los servicios de los factores productivos que poseen. Al descender a este nivel ya podemos vislumbrar porqué el carácter supuestamente circular del esquema de Samuelson en realidad no lo es. Como lo calificó un autor que no recuerdo, se trata más bien de una autopista de una sola dirección desde los factores de producción hasta los bienes de consumo.
    Este será el objeto de la siguiente entrega de la serie.
  2. Disminuir el nivel de abstracción del otro lado, el de las industrias, para analizar con más detalle qué tipos de producción se realizan, desde el punto de vista de su destino, permitiendo identificar la distinción sraffiana entre bienes básicos y no básicos, que resucita la distinción clásica (Smith) entre trabajo productivo e improductivo [la distinción Marxiana tiene una raíz radicalmente diferente]. Así mismo, estudiaremos la forma de recoger el transcurso del tiempo en los esquemas, única manera de poder acercarse al movimiento de la economía y, en definitiva, al mundo real.

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