Es un modelo de cazadores recolectores porque no hay consumo productivo de mercancías, sólo de fuerza de trabajo (FT). Así pues, toda mercancía producida tiene como único destino posible su consumo (individual, improductivo).
Se representa a continuación un modelo gráfico de flujos monetarios que trata de recoger en lo fundamental el funcionamiento de esta economía tan básica y que, no obstante, es capitalista.
AF - compra de activos financieros
W - salarios
CON - compra de mercancías (en este mundo de cazadores-recolectores, sólo hay bienes de consumo)
COMW - por los trabajadores
COMB - por los capitalistas
G - distribución de ganancias
La afirmación de que es capitalista merece al menos dos aclaraciones:
- Lo es a un nivel máximo de abstracción. Esto quiere decir que aspira a representar el mundo capitalista real de aquí y ahora, pero interpretando que en él lo fundamental es la existencia de dos clases sociales, y un proceso de producción y otro de circulación, que desembocan -y están motivados por- un proceso de consumo individual de mercancías.
Esa "cláusula" es habitual y no sorprenderá a ningún marxista. - Aún así (y esto puede resultar más llamativo) se excluye la presencia de medios de producción, al menos de los medios de producción consistentes a su vez en mercancías producidas por el propio sistema. Es decir, sólo están presentes las dos fuentes primigenias del proceso productivo: la naturaleza y el trabajo humano.
Con ello, y aquí está el núcleo de la cuestión, no estamos excluyendo la existencia del capital, o lo que es lo mismo, del capitalismo. Por el contrario, tratamos de dejar al capitalismo en su más pura esencia. Y para ello no podemos prescindir del capital.
Pero es que el capital, contrariamente a una muy extendida creencia (más bien un mal hábito proveniente de la economía ortodoxa), no son mercancías, ni máquinas, ni instalaciones (ni mucho menos “capital-humano” o “know-how” o payasadas de estas).
El capital es (a) una relación social de producción que reproduce las condiciones de su propia existencia, y que se concreta en (b) una masa de valor (podemos decir una masa de dinero) que, mediante la compra (por su valor, el salario) de fuerza de trabajo y su puesta en funcionamiento en la producción de mercancías destinadas a su venta, recupera no sólo su valor, sino también el plusvalor generado por esa fuerza de trabajo, es decir, se auto-valoriza.
Resumiendo, estamos presentando aquí al capitalismo desnudo de todo adorno. Pretendemos mostrar la más estilizada y pura esencia del capitalismo. Y le estamos negando un lugar nada menos que a los medios de producción. El lector experto comprenderá porqué esto puede ser llamativo para la mayoría de marxistas, acostumbrados a visualizar todo el problema del capital como la propiedad privada de los medios de producción y, correlativamente, como la solución, casi mágica, a todos nuestros problemas, al menos los económicos, en la socialización de esos medios de producción.
En el fondo, hay un pequeño truco (bueno, no tan pequeño). Lo cierto es que lo que verdaderamente define al capitalismo es la compra de fuerza de trabajo en el mercado como una mercancía más, por su valor, definido a su vez por el tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario para su reproducción. Y eso sólo es posible si existe una clase social que no tiene más fuentes de ingreso (en una economía mercantil las mercancías se obtienen en el mercado, por lo que es necesario tener una fuente regular de ingreso en dinero) que vender lo único que tiene: su fuerza de trabajo.
Y para que esto sea así, los miembros de esa clase social deben estar excluidos de la posibilidad de producir por su cuenta, sin ponerse bajo el dominio del capital. Deben estar excluidos del empleo de su propia fuerza de trabajo directamente sobre la naturaleza, es decir, excluido de esos únicos medios de producción que antes dijimos que se iban a considerar.
Al final, por tanto, ese monopolio de los medios de producción si que tiene un papel, y no menor, en la existencia del capital. Pero no es el papel principal como habitualmente se concede, me temo que por situarse a la defensiva frente al argumento de la ortodoxia apologista, ahora sí central, de que la “participación” del capital en el producto social corresponde a la justa retribución de la contribución de los medios de producción al valor total producido.
Un modelo de mundo: "el patrón nos da de comer"
El rectángulo punteado comprende el círculo de dominio del capital, y las industrias están dentro de él.
Sólo los trabajadores quedan fuera, y todo el mundo económico queda dentro de la órbita del capital. Así, los capitalistas son prácticamente autosuficientes. Lo único que sale de ese recuadro es W, la paga que permite a los trabajadores comprar (a los capitalistas, por supuesto) sus medios de vida (ojo: “sólo” aquellos constituidos por mercancías) CONW. A continuación queda aún más claro:
Ni el más rabioso apologista sostiene que esto se deba a la generosidad del capitalista. Pero desde su punto de vista (el que estamos esquematizando aquí bajo el nombre de “modelo de mundo el patrón nos da de comer”) el salario, o su correlativa cesta salarial de mercancías para el consumo de los trabajadores, es la justa retribución del trabajo prestado por los trabajadores a la producción capitalista, que por lo demás es llevada a cabo bajo la dirección del capitalista, en casa del capitalista (y, cuando abandonemos el mundo de cazadores-recolectores, empleando los medios de producción propiedad del capitalista).
Creo que, dejando al margen la citada cláusula de justicia, estaríamos de acuerdo con el apologista en que el consumo de los trabajadores (su “participación” en el producto social), es un residuo de un proceso social de producción que desde todos los puntos de vista (real y formal) pertenece al capital, y cuyos frutos, por lo tanto, y aparte de aquel residuo, permanecen en poder de los capitalistas.
Crítica al modelo: un segundo modelo de mundo: "nosotros damos de comer al patrón"
En el fondo, en lo que diferimos con ese modelo es únicamente en la cláusula de justicia, porque nuestro modelo de mundo se puede esquematizar así:
¿Dónde está la diferencia?
Desde luego, en el esquema, no. La realidad que explica el apologista es la misma realidad que explica el marxista. Y esa realidad puede esquematizarse adecuadamente con ese esquema desde cierto punto de vista, concretamente el de la circulación de dinero.
También puede mirarse desde otro punto de vista. Por ejemplo, el de creación y circulación de valor:
L - trabajo realizado (=creación de nuevo valor)
CON - mercancías compradas para consumirse (en este mundo de cazadores-recolectores, sólo hay bienes de consumo)
COMW - por los trabajadores
COMB - por los capitalistas
G, AF - otros flujos que son relevantes porque mover dinero es mover valor, pero no constituyen en sí mismos flujos de valor.
Es la misma realidad, pero contemplada no desde el punto de vista del flujo de dinero, sino del flujo subyacente (incluso más real pero invisible) de valor. En definitiva, consiste simplemente en constatar que los únicos que trabajan (y por tanto aportan valor L) son los trabajadores, mientras que el producto social se reparte (y por cierto que no son los trabajadores ni quienes realizan el reparto ni quienes, claro, se llevan la mejor parte) entre lo consumido por ellos mismos y lo consumido por sus patrones.
Esto significa, simplemente, que hay unos que trabajan para vivir y para que otros vivan (mejor que ellos) sin trabajar. Y, por cierto, que esta misma lectura se puede hacer perfectamente utilizando sólo el esquema en términos de flujos monetarios: el trabajador aporta todo el valor, y sólo recibe una parte (y no la mejor) del resultado. El esquema del flujo de valor sólo proporciona otro punto de vista de la misma realidad.
Es el mismo cuento, pero las moralejas son diametralmente distintas.
Es la misma realidad, pero contemplada no desde el punto de vista del flujo de dinero, sino del flujo subyacente (incluso más real pero invisible) de valor. En definitiva, consiste simplemente en constatar que los únicos que trabajan (y por tanto aportan valor L) son los trabajadores, mientras que el producto social se reparte (y por cierto que no son los trabajadores ni quienes realizan el reparto ni quienes, claro, se llevan la mejor parte) entre lo consumido por ellos mismos y lo consumido por sus patrones.
Esto significa, simplemente, que hay unos que trabajan para vivir y para que otros vivan (mejor que ellos) sin trabajar. Y, por cierto, que esta misma lectura se puede hacer perfectamente utilizando sólo el esquema en términos de flujos monetarios: el trabajador aporta todo el valor, y sólo recibe una parte (y no la mejor) del resultado. El esquema del flujo de valor sólo proporciona otro punto de vista de la misma realidad.
Es el mismo cuento, pero las moralejas son diametralmente distintas.
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